Señal alta, comunicación baja

Mientras el país discute sobre política, economía, seguridad y violencia, otro hecho de alto impacto pasó casi desapercibido: la renovación de las concesiones del espectro radioeléctrico para las operadoras móviles.
El presidente Noboa firmó con Claro y Tigo contratos que aseguran la presencia de estas compañías hasta 2038. La operación suma más de USD 442 millones e incluye obligaciones de cobertura en zonas rurales, exigencias de calidad y metas para ampliar la tecnología 4G y preparar el camino hacia el 5G. Al mismo tiempo, Movistar abandona definitivamente el país, dejando su operación en manos de Tigo.
Nuevos ofrecimientos, más tecnología, más antenas, más inversión, más conectividad… Todo parece indicar progreso. Y esperamos que no sea un espejismo. Sin embargo, vivimos en una paradoja: aunque somos un país hiperconectado, en términos humanos estamos profundamente incomunicados.
La comunicación y la convivencia disminuyen al mismo tiempo que las compañías móviles expanden su cobertura. En Ecuador, como en buena parte del mundo, el teléfono ha desplazado a las conversaciones y las redes sociales han sustituido al diálogo. Se discute a gritos en WhatsApp, se censura en TikTok, se recrimina en X, se critica en Facebook y se banaliza en Instagram. La vida transcurre diariamente detrás de una pantalla. Y aunque la señal cubre casi todo el territorio, no hemos logrado sanar nuestras propias fracturas internas.
Avanzamos tecnológicamente, pero socialmente retrocedemos. Tenemos más información, pero menos criterio. Mayor cobertura 4G y 5G, pero menor cobijo emocional. Más velocidad para navegar, pero menos paciencia para escucharnos.
Esta ironía también marca la política ecuatoriana. Las tensiones sociales, los rumores, las encuestas, las decisiones del gobierno, el ruido de la oposición y las protestas sociales se procesan más en redes que en el espacio público. La conversación razonada es un lujo en decadencia, mientras el celular se convierte en juez, jurado y verdugo.
De qué sirve mejorar la señal si cada día nos comunicamos menos. Tenemos dos grandes operadoras privadas compitiendo con la estatal CNT, pero seguimos con millones de incomprensiones entre ciudadanos. Podemos modernizar la tecnología, pero seguimos postergando lo esencial: el respeto, el diálogo, la convivencia.
Ecuador es un país conectado, aunque no en todo el territorio, pero necesitamos urgentemente aprender a comunicarnos. Sin esa señal, la humana, no hay tecnología capaz de sostenernos como nación. (O)
