Aceptar, el primer paso para crecer

Aprender a aceptarse es uno de los desafíos más grandes y, al mismo tiempo, más liberadores del ser humano. Mientras las personas se exigen perfección, la vida exige autenticidad. Reconocer quiénes somos, con nuestras virtudes y defectos, con nuestros aciertos y errores, es el punto de partida para un crecimiento real y duradero.
Aceptar no significa conformarse, sino comprender que el cambio comienza cuando se reconoce la verdad interior. Cada persona transita un camino distinto; algunos avanzan con paso firme, otros tropiezan y vuelven a intentarlo. Pero todos, sin excepción, tienen la capacidad de aprender, de evolucionar y de transformar su historia.
Valorar lo que somos implica también mirar con compasión aquello que aún no hemos logrado sanar. Todos cometemos errores, y repetirlos no nos hace débiles, nos hace humanos; pero tampoco debemos usarlo como un pretexto para estancarnos. Lo importante es tener la valentía de detenerse, reflexionar y entender qué enseñanza trae cada caída. Quien aprende del error crece; quien lo ignora, lo repite.
La aceptación personal no es resignación, es una manifestación de nuestro ser interior por encontrar su misión. Es entender que se puede amar la propia historia sin dejar de aspirar a ser mejores. Cada día ofrece una nueva oportunidad para hacerlo a través del ejemplo, del trabajo honesto, del compromiso con valores, y sobre todo, del respeto hacia uno mismo y hacia los demás.
Aceptar también es reconocer que no podemos controlarlo todo. Que hay ciertos momentos en los que lo mejor que se puede hacer es creer, confiar y seguir caminando. La madurez emocional surge cuando se entiende que la vida no se trata de perfección, sino de mantener la fe en medio del proceso de crecimiento.
Cada amanecer representa una oportunidad a empezar de nuevo. A sanar lo que duele, agradecer lo que permanece y construir lo que aún falta. Esa es la verdadera grandeza del ser humano; la capacidad de reinventarse, una y otra vez, sin perder la esperanza.
Aceptar lo que somos no es el final del camino, es apenas el comienzo. Porque solo quien se reconoce con valentía puede crecer con conciencia, y solo quien se acepta con amor puede inspirar a otros a hacerlo también. (O)
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