Civismo y soberanía

Son tiempos de civismo, concepto que alude a la conducta que se desarrolla en concordancia con las normas de convivencia que regulan la vida social, el respeto por las instituciones y las leyes. Es un valor que permite a las personas vivir en sociedad, basándose en el respeto por las normas, costumbres y derechos comunes para construir el bienestar colectivo. Los valores están insertos en el civismo e intrínsecos en el ser humano; se traducen en acciones diarias como cuidar los espacios públicos, ser cortés, respetar las leyes, las opiniones ajenas, y colaborar con la comunidad. Es un compromiso individual y colectivo para crear una sociedad más armoniosa y empática.
Nos piden participar de una consulta popular. Es un acto de civismo acatar la disposición de la autoridad y responder más allá de las apetencias personales, es una situación de Patria; siendo los resultados los que nos permitirán convivir en mejores condiciones que las actuales. Nos quejamos de lo malo, que anteriormente, que en tal período. Lo cívico es participación positiva, democrática, activa para cambiar a lo bueno y dejar de quejarnos; para no comparar ni identificarnos con determinados colores, slogans o personajes; sino para ejercer el derecho del sufragio y que sea la voluntad del pueblo la que recoja el gobierno y la ejecute.
El civismo nos permite entender las características del Estado, en donde radica el poder político reconocido y denominado como soberanía. En el derecho internacional, la soberanía es el ejercicio del poder por parte de un Estado. Ambos conceptos, civismo y soberanía, están interconectados porque la soberanía se ejerce a través de la participación ciudadana y el cumplimiento de los deberes cívicos, quienes a través de sus acciones y voto dan forma al gobierno y al país. En esencia, la soberanía del pueblo es la base sobre la que se construyen los deberes cívicos, ya que es el pueblo quien otorga la autoridad; debiendo participar en su ejercicio y contribuir al bienestar común.
La soberanía se ejerce principalmente a través de la autoridad suprema del Estado sobre su territorio y población, lo que implica la capacidad de establecer leyes, gestionar recursos y tomar decisiones políticas sin subordinación a otros países. En las democracias, el pueblo ejerce esta soberanía delegando su poder en representantes electos a través del voto, o directamente mediante mecanismos de participación como consultas populares y referendos.
El Estado, siempre ejerce la soberanía inherente; y sí de manera voluntaria, quiere ceder su autoridad sobre determinado espacio territorial, debe consultar a sus mandantes, sustentando las razones y condiciones del acto. El propio derecho internacional, manifiesta que los estados aceptan voluntariamente, mutuas condiciones, al firmar tratados.
Los usos actuales de la noción de soberanía mantienen la confusión entre soberanía, poder y democracia. La soberanía es independiente de la forma de gobierno de un Estado. En una democracia, el ejercicio de los poderes estatales está controlado por la regla del derecho. Aunque las bases de la democracia son importantes, ellas no son un requisito para la soberanía. (O)
