¿El Ecuador progresa o se desangra?

Pensar en el Ecuador usualmente nos genera una sonrisa, ¿verdad? Una sonrisa sincera, porque nos viene a la mente nuestra familia, amigos queridos, momentos hermosos vividos y compartidos con la gente que está a nuestro alrededor; espacios mágicos dentro de ecosistemas distintos, con niveles de clima variados, en un país territorialmente pequeño pero tan megadiverso que lo vuelve absolutamente exuberante y hermoso.
Sin embargo, cuando pensamos en la posición política del Ecuador, tratando de ser gobernado a veces por más de diecisiete —sí, DIECISIETE— partidos políticos que identifican a “líderes sociales” que pretenden representar los intereses públicos por sobre los intereses individuales, pensamos en un Ecuador verdaderamente caótico y sin planificación ni estrategia para impulsar su propio desarrollo.
Es tan triste ver que hay “leyes” que, en lugar de pensar en lo que podría beneficiar a todos los ecuatorianos en igualdad de condiciones, únicamente “legalizan” el interés de quienes usualmente están en el poder; en ese poder que, en el sector público, siempre —por suerte— es pasajero.
Se fusiona el Ministerio del Ambiente (conservación) con el Ministerio de Minas (explotación), en un país con un altísimo índice de minería ilegal, con un terrible porcentaje de explotación ambiental, con un nivel bajísimo de educación pública y con “líderes comunitarios” que casi nunca se ponen en los zapatos de quienes “representan”, ya que incluso muchos de esos “líderes” hasta avionetas privadas poseen.
En septiembre de 2025, otra vez —como durante décadas— tendremos que ser parte de una paralización de todo el país, como ya estamos más o menos acostumbrados, ¿verdad?. Esta vez porque la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) manda a salir a las calles, porque el diésel se queda sin parte del subsidio estatal. Es decir, antes costaba 1,80 USD y ahora “en teoría” costará 2,80 USD. Y si la gente de las comunidades que se unen al paro no sale a las calles (muchas veces sin saber ni por qué sale), pues les cortan el agua para sus regadíos y alimentación por orden de los “líderes” y los “acuerdos comunitarios”.
Únicamente para hacer un rápido análisis a nivel latinoamericano: el diésel en Colombia cuesta 10.725 pesos, que equivalen a 2,81 USD; en Argentina, donde 1.000 pesos argentinos cuestan 68 centavos de dólar, el diésel varía durante todo el año debido a la volatilidad del tipo de cambio y a la aplicación o eliminación de subsidios; en Perú, el galón de diésel cuesta aproximadamente 19,99 soles, que equivalen a 1,38 USD por litro, usando el cambio de 3,80 soles por 1 dólar.
En Colombia, en Perú y en nuestro país existen, nos guste o no, muchas organizaciones ilícitas que roban al pueblo a través del contrabando de todo tipo de combustible, en especial de diésel, recordando que la mayoría de maquinarias usadas para la minería son operadas con diésel.
Los famosos “ponchos dorados”, indígenas que se determinan líderes políticos en base a su permanencia en las organizaciones de segundo grado o al visible acceso a la educación que han tenido —reflejando un privilegio que no todos tienen—, cuando deciden “organizarse” para la “defensa” de los “derechos colectivos”, se reúnen, en el mejor de los casos, con el Ejecutivo, el presidente del país, para “negociar”; y en base a esa negociación a la que lleguen, deciden si se levanta o no el paro nacional.
¿Las “negociaciones” que hacen estos “líderes sociales” defenderán realmente los intereses del pueblo? ¿O simplemente buscarán sus propios intereses personales? Negociar y obtener, a cambio de detener una movilización masiva de todo un país, cargos públicos, monopolios en ciertas exportaciones y hasta un par de universidades… no está nada mal, ¿verdad?
Para terminar, solo diré que en 2022, durante el paro nacional, en el sector privado se reflejó una pérdida de 833,8 millones de dólares, y en el sector público, una pérdida de 281,6 millones, sumando un total de 1115.4 millones de dólares. Pensemos bien qué necesita realmente nuestro país, que se nota, se está desangrando sólo. (O)