El mundo real

Columnistas, Opinión

Alguna vez me pregunté si sirve de algo ser optimista o tener esperanza en este mundo actual, pero más allá de ser o no optimista es observar cómo está éste como para poder sobrevivir. Será por eso que me inquietó la crudeza de alguien que escribió así: 

Hoy quiero hablarte del mundo real, no el mundo de las películas ni el de las redes sociales donde todos proyectan una felicidad falsa y manufacturada. Quiero hablarte del campo de batalla al que te arrojan cada día al salir de tu puerta. A este mundo real, salvajemente hostil. Y no es una opinión. Es una ley física tan inmutable como la gravedad. Es una bestia hambrienta a la que no le importa tu nombre, tus buenas intenciones, tu corazón noble o tus heridas pasadas. Solo le importa si eres presa o depredador y durante demasiado tiempo has estado actuando como la presa. Te mintieron. Te han estado mintiendo desde siempre. Te dijeron que, si eras bueno, la vida sería buena contigo. Mentira. Te dijeron que el esfuerzo siempre garantiza el éxito. Mentira. Te dijeron que la justicia prevalece, que el amor todo lo puede, que hay un camino trazado para ti y que solo debes encontrarlo. La mentira más cruel de todas. No hay ningún camino. Hay una jungla impenetrable, oscura y salvaje. Y tú tienes que abrirte paso con las manos desnudas, con los dientes, con el alma. Cada paso es una conquista. Cada amanecer es una declaración de guerra. El mundo no quiere que triunfes. ¿Lo entiendes? No es que le seas indiferente, es que activamente conspira contra ti. La entropía, el caos, la decadencia. Esa es la tendencia natural del universo y tu vida no es la excepción. Si te relajas, si bajas la guardia, si crees por un segundo que mereces un descanso, el sistema te devorará. El tiempo, ese ladrón silencioso, no perdona, no se detiene a esperarte. Cada segundo que pasas lamentándote, quejándote de la injusticia, recordando el ayer, es un segundo perdido, así no cambiarás tu situación. Mira a tu alrededor. ¿Qué ves? ¿Ves gente anestesiada? Gente que ha aceptado su propia mediocridad como si fuera un destino inevitable. Van con la mirada perdida, ahogando sus frustraciones en pantallas de 6 pulgadas, en placeres efímeros, en chismes irrelevantes. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo que te diera miedo de verdad? ¿Cuándo fue la última vez que empujaste tus límites? No hasta que dolió, sino hasta que pensaste que te romperías en mil pedazos y aun así seguiste empujando. El mundo hostil te respeta solo cuando le demuestras que tú puedes ser más hostil que él. No con maldad, sino con determinación. No con crueldad, sino con una disciplina inquebrantable. Este mundo premia la fuerza, no la bondad. Premia la resiliencia, no la sensibilidad. Premia la acción implacable, no la intención noble. Puedes sentarte a llorar porque las reglas son injustas o puedes levantarte y aprender a dominar el juego tal como es. Debes entender que el dolor que sientes no es una señal para detenerte. Es el precio de la entrada, es el combustible. El sufrimiento es el cincel que la existencia talla a los grandes hombres y mujeres. Cada traición, cada fracaso, cada humillación, cada pérdida no son accidentes, son lecciones, son pruebas de fuego. El universo te está preguntando constantemente, ¿cuándo quieres esto? ¿Cuánto estás dispuesto a sacrificar? ¿De qué estás hecho? Y tú respuesta no puede ser con palabras. Tu respuesta debe ser con sudor, con lágrimas, con sangre, con hechos. Debes dejar de ver el mundo como un lugar que te debe algo. No te debe absolutamente nada, ni felicidad, ni éxito, ni amor.” (O)

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