Vivir en serenidad

Vivimos en un mundo en donde el inmediatismo, la multitarea y la sobre comunicación nos roban espacio para la reflexión, lo cual evidentemente agrava la presión sobre nosotros mismos. Ciertamente, que con solo dar un click tenemos todo en tiempo real, y eso nos lleva a no soportar la espera.
Hace algunos años, enviabas una carta a tu novia y se demoraba 15 días en recibir y contestar, lo cual te invitaba a soñar; ahora si tu chica tarda cinco minutos en responder un mensaje de WhatsApp, paras de soñar y te desesperas.
Responder ante cualquier evento sin dejarse arrebatar por sentimientos o emociones perturbadoras se ha convertido en una labor ciertamente difícil en una era de ansiedad en la cual nos ha tocado vivir.
Y es que esta sociedad presiona para que seamos seres capaces de hacer muchas cosas al mismo tiempo, lo cual ha dificultado encontrar personas serenas que logren pensar antes de decidir; cada vez vamos perdiendo más el control de nuestro pensamiento.
En muchas ocasiones dejamos que este diálogo interno se vaya en piloto automático, hacia el negativismo y/o pesimismo, esto en virtud de nuestra programación mental limitada que ha sido forjada desde la infancia.
Estimados lectores es muy importante para nosotros evitar que en nuestro diálogo interno predominen los pensamientos negativos como: “Yo no puedo”, “Yo no sirvo”, “Yo no soy capaz”, “Yo no merezco”; porque este tipo de diálogo condiciona nuestro mundo y nos genera una realidad limitante.
Lo anteriormente anotado nos invita a mejorar nuestro diálogo interno, a tratar de convertirlo en un aliado nuestro para vivir mejor, generar autoconfianza y llegar a concluir exitosamente nuestros deseos.
El hecho de mejorar nuestro diálogo interno significa convertirlo en positivo y optimista, cuando el cerebro ve hacer algo bueno o malo, genera una semilla que crece generando los pensamientos dominantes, es decir que si yo me veo a mi mismo siempre tratando a las personas con amor, voy a creer que eso es lo normal en el mundo y voy a tener amor.
El pensamiento es el recurso máximo del ser humano, sin embargo las personas estamos acostumbradas a tener una visión limitada de lo que puede alcanzar nuestro pensamiento.
Es necesario considerar que el hombre cambia a partir del pensamiento, en tal virtud debemos entender que nuestros semejantes también son el resultado de su pensamiento; entonces cuando desarrollamos este entendimiento vemos con mayor claridad como las relaciones y la vida misma suceden por acción de la relación causa – efecto, y cuando esto sucede la vida cambia, la preocupación, la agitación, el enfado ceden y permanece un equilibrio y una serenidad en el pensamiento. En este sentido el hombre aprende a gobernarse y se adapta a sus semejantes. (O)