“Valores y vanidad”/ Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión



Los valores son cualidades ideales, con la práctica objetiva y real, se convierte en algo determinado y material. Los valores tienen un sujeto que los estima valiéndose de la razón y de la emoción, sobre la base de principios y normas que surgen de lo intrínseco, de lo personal, de lo ético, de lo espiritual y vital.

Las acciones que están de acuerdo con las esferas morales avanzan hacia la superación humana. Dichas acciones brotan de conductas que son leales, solidarias y que cooperan para el bienestar social.  De manera que los valores entran no solo en el ser individual, sino en las raíces mismas de lo social. Las personas desenvuelven su personalidad para preocuparse de los intereses y fines de los demás y de sus propias aspiraciones.

Como una acción opuesta a los valores esta “la vanidad”, que es una actitud presumida de tratar de aparentar o exhibir posiciones o acciones que solo hablan del “yo personal” y que quizá están muy lejos de demostrar las apariencias disfrazadas con las que tratan de impresionar, para alimentar su ego. Por lo general, el hombre vive de las apariencias que desdibujan la verdadera realidad del escenario en el que desenvuelve.

Precisa reconocer los valores y virtudes para no caer en el vicio de la vanidad. La vanidad destruye los valores y le convierte al ser humano en una caja de falacias e ilusiones fatuas. Estas actitudes caen en el campo de las mentiras, que se convierte en un cáncer terminal de quien lo acoge.

Si queremos ser estimados hay que evitar la mentira y los gestos hipócritas. Hay que hacer la diferencia entre la modestia y la cortesía con el servilismo. A quienes nos pueden dar algún provecho, no adulemos. El trabajo honrado y digno es la mejor carta de presentación para gozar del aprecio y confianza de los superiores. La ostentación y la arrogancia de ser el mejor en todo cae en la ridiculez.

En las actividades profesionales, jamás se debe hacer menoscabo del compañero, no critiquen drásticamente. Evitar las intrigas y chismes, por más generosidad y nobleza. El éxito en el trabajo no es cuestión de sabiduría o de astucia, sino de honradez y confianza.

La vida es una sucesión de responsabilidades que adornadas con valores y virtudes son herramientas que conducen al verdadero éxito. Los valores bien practicados ennoblecen las acciones. Quienes viven acompañados con esta fuerza espiritual alcanzarán mejor porvenir. La generosidad y la humildad serán las únicas banderas que etiqueten al hombre sabio que ascienda por las escalinatas del porvenir y la victoria.

La dignidad estimula toda perfección del hombre. La vanidad acicatea cualquier éxito de la sombra. (O)

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