Los tics faciales / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión


Los tics, llamados también espasmos mímicos, son un tipo de movimientos anormales, cortos, rápidos, repetitivos, espasmódicos involuntarios que se repiten a intervalos irregulares e involucran ojos y músculos faciales y se manifiestan clínicamente como, contracción de los ojos, muecas faciales, parpadeo rápido de los ojos, etc. Se trata de unos movimientos convulsivos, inoportunos, precedidos generalmente de un impulso irresistible y que, aunque pueden ocasionalmente ser suprimidos voluntariamente, esta supresión provoca gran malestar en quien los padece. No es prácticamente hasta la década de los ochenta cuando se describen causas orgánicas de tics (enfermedades hereditarias, infecciosas, intoxicaciones, etc.), definiendo así los llamados tics secundarios, frente a los idiopáticos (la gran mayoría aún) que no reconocen causa conocida. Dentro del grupo de tics secundarios están los postraumáticos que dado el interés que ha cobrado el campo de los movimientos anormales y los avances en las técnicas diagnósticas, no dudamos que aumente en el futuro. Hay otros tics que no son tan llamativos, que pasan inadvertidos ante nuestros ojos y, a veces, hasta se interpretan como una peculiaridad gestual del carácter de quien los padece. Y en realidad no serían muy diferentes de un gesto personal a no ser porque, lejos de haber sido elegidos voluntariamente para adornar o enriquecer el caudal expresivo, surgen en la infancia de una forma brusca, repetitiva y con una alta frecuencia.

Su prevalencia se ha estimado en 11 casos por 100.000 individuo. Es un trastorno del movimiento de los músculos inervados por el nervio facial y aunque el trastorno no tiene consecuencias potencialmente mortales, las personas afectadas a menudo sufren enormemente y tienden a retirarse cada vez más socialmente. 

Como ocurre con tantas otras alteraciones, no hay una causa rotunda que explique su origen, aunque si pueden señalarse factores que influyen en él. Por ejemplo, los tics son más habituales en aquellos contextos familiares donde hay rasgos obsesivos de carácter compulsivo. Familias muy rígidas en las normas, con poca permisividad en la expresividad social y fuerte control del comportamiento de los hijos, a los que se les exige de manera inflexible un tipo determinado de conducta. Los tics se presentan también con facilidad ante ciertos acontecimientos tensionantes (un examen, la muerte de un ser querido, una situación violenta en el hogar, etc). En general, los tics no son incapacitantes, pero limitan un poco el ámbito de relación de las personas que los padecen o crean problemas secundarios, al afectar al proceso de socialización dañando la autoestima del individuo, en el ámbito profesional, sin embargo, no suelen suponer ningún perjuicio. Pasajeros o persistentes, los tics, pueden clasificarse como transitorios o crónicos. Podemos también dividirlos en simples, como el parpadeo, que generalmente comienzan en la infancia o en la adultez y desaparecen en forma espontánea; y complejos, que son muy parecidos a algunos aspectos de la conducta habitual de la persona.

La restauración del flujo electromagnético, que es parte del mecanismo de acción de la Acupuntura, hace que el tic facial sea resuelto y mientras más temprano se acuda más probabilidades de recuperación total tiene quien lo padece. (O)

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