Una salida a la iglesia / Por Luis Fernando Torres

Columnistas, Opinión

No tienen los ingleses una constitución escrita, como la ecuatoriana de Montecristi del 2008 o la estadounidense aprobada en Filadelfia hace más de dos siglos. Lo que se denomina constitución inglesa es un conjunto de leyes dispersas, documentos históricos y usos y costumbres de relevancia política y estatal. Tan flexible es esa constitución que el parlamento la puede cambiar cada vez que aprueba una ley.

Los 9 jueces de la Corte Suprema le han recordado al Primer Ministro Boris Johnson que la Constitución inglesa resulta violada cuando se atenta contra la soberanía del parlamento.

Por ello, la justicia le dejó sin piso a la decisión de Johnson de cerrar el Parlamento hasta octubre, que la había adoptado aprovechándose de  los recesos legislativos en curso y de los compromisos de los parlamentarios con las asambleas de sus partidos, con el propósito de evitar que se discuta, en el cuerpo legislativo, el retraso de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Si no existe prórroga, el Reino Unido debería estar fuera de la UE el 31 de octubre. Cerrar temporalmente el Parlamento fue una jugada maestra. 

El acrónimo Brexit sintetiza, en una palabra, tal salida.

Johnson quiere que su país abandone Europa sin prórroga y sin negociaciones, dentro de la operación Brexit duro, que tendrá costos para la isla y el continente. Por lo pronto, Irlanda del Norte, Escocia y Gales, que forman parte de Gran Bretaña con Inglaterra, se oponen abiertamente a la salida y han anunciado que podrían aprovechar el Brexit para separarse del Reino Unido. 

Golpeado por la sentencia de la Corte Suprema, el conservador Johnson, que tiene la primera opción electoral, ha encontrado otro camino para su propósito: ir a elecciones en octubre, siendo  él mismo quien provoque la caída de su gobierno con una moción de autocensura. Sólo necesita que los votos de sus enemigos se sumen a su moción y le ayuden a caerse del gobierno.

Hace cuatro décadas, el plan socialista del político inglés Michael Foot fue calificado por un colega parlamentario como “la nota de suicidio más larga de la historia” por contener propuestas banales y meros gestos y amagues. El Brexit duro de Johnson sería, por el contrario, la nota de suicidio más corta de la historia inglesa.

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