Una mirada global desde la esquina

Columnistas, Opinión

Las potencias y grandes centros de poder discuten el futuro del planeta como si los demás solo debieran ser meros espectadores. Sin embargo, la mayoría de los países, especialmente aquellos en desarrollo, observan este juego desde la esquina. Desde esta posición, paradójicamente más cercana a la realidad cotidiana, se percibe un cambio silencioso pero profundo: el tránsito hacia un nuevo orden mundial.

Finalizada la Guerra Fría, se pensó -inadvertidamente- que Estados Unidos se establecería como el árbitro permanente del sistema global. Hoy, esa noción pertenece al pasado. El mundo avanza hacia un escenario multipolar, donde emergen otras potencias como China, Rusia, India, Turquía y Brasil, cada una aspirando a su propia influencia y relevancia. En tanto, Estados Unidos enfrenta una suerte de fatiga interna y competencia externa, China se expande con proyectos estratégicos que reconfiguran no solo su región sino el mundo; y, Rusia, por su parte, busca reconstituir su influencia a través de poder militar y relatos que desafían el orden occidental. Estamos frente a una reflexión crucial: el poder ya no se mide únicamente en ejércitos o territorios, sino también en datos, tecnología y plataformas digitales, donde cinco grandes empresas pueden moldear la opinión pública de manera más efectiva que muchos gobiernos.

En este panorama inestable, América Latina gira en medio de una encrucijada de grandes oportunidades y profundas debilidades. La región es rica en recursos vitales para la economía global -agua, litio, alimentos y biodiversidad- y posee una herencia cultural que la hace relevante en el escenario internacional. Sin embargo, enfrenta retos significativos: corrupción, desigualdad, narcoviolencia, fragilidad institucional y una marcada tendencia a la fragmentación justo cuando el mundo demanda cohesión y colaboración.

Ecuador, como caso emblemático, representa esa paradoja. 

A pesar de ser un país pequeño, tiene un rol estratégico como corredor entre potencias y un punto crucial en las rutas comerciales, independientemente de estar afectado por el crimen organizado y por tensiones políticas internas. Desde esta esquina, la observación del mundo se transforma en una oportunidad para actuar con astucia. Países pequeños como el nuestro, no deben aspirar a dominar en un tablero cargado de gigantes; su fortaleza radica -más bien- en entender las dinámicas globales, negociar sabiamente y anticipar cambios para influir en el destino colectivo.

El nuevo orden mundial no es un destino escrito en piedra. Es, una invitación para reimaginar nuestra interacción con el mundo. Un llamado a abrazar el diálogo y la cooperación en lugar de la confrontación. Desde la esquina, si miramos con claridad y actuamos con estrategia, es posible no solo adaptarse, sino también influir en la construcción de un futuro más equitativo y sostenible.

En este sentido, la voz de América Latina debe ser escuchada y considerada. Es hora de que nuestros países se unan y fortalezcan su posición, reclamando su lugar en la mesa global y trabajando juntos no solo por su bienestar, sino por un mundo más justo, donde la diversidad de perspectivas sea una fuente de enriquecimiento y no de división. (O)

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