Sociedades a la brava / Luis Fernando Torres

Columnistas, Opinión

Los franceses tienen un serio problema. La mitad de los 6 millones de musulmanes galos solamente aceptan la Sharia, esto es, las normas de conducta islamistas. No existen, para ellos, las leyes nacionales de Francia. Proliferan, sobre todo en París, los “territorios conquistados” por líderes extremistas. Los musulmanes moderados, como el rector de la Gran Mezquita de París, están amenazados de muerte por los extremistas. Las bases mismas de la unidad política de Francia están en peligro. Es muy difícil que se restablezca el orden con la ley de integridad de la república que se tramita en la Asamblea Legislativa. 

En España, el derecho a la autodeterminación de Cataluña invocado por los independentistas, ha dejado ver la fragilidad de la unidad del Estado sustentada en un simple contrato social y no en realidades naturales de carácter histórico y político. 

Siempre está amenazada la unidad política de un Estado cuando es el resultado de la mera agregación de individuos y comunidades, que coexisten y se soportan por un contrato social vigilado por normas legales. Los vínculos que los unen son contractualistas y no naturales, y, por ello mismo, débiles.  Cuando están ausentes los vínculos naturales, la unidad moral e histórica no pasa de ser una elucubración. 

El orden del ser, del que habla el escritor español Juan Manuel de Prada, es, por consiguiente, la única causa eficiente para que dure una unión política y sobrevivan los estados. En la historia, en las creencias y en la religión, se encuentra ese orden. Las sociedades políticas que se alejan de esos elementos unificadores, con los que se construyen poderosas unidades morales, están condenadas a desaparecer.

En el Ecuador están desarrollándose rápidamente las condiciones para debilitar la unidad política del Estado. El pluralismo jurídico de amplio espectro, derivado de una equivocada interpretación de la noción constitucional de plurinacionalidad, es un detonante. De la misma manera que la idea que, a la brava y con medidas de hecho, se puede desconocer a las instituciones.

Nuestro país no existe por un “contrato social”. Es el resultado de un largo proceso histórico, en el que las creencias y la religión le han dado una dimensión especial. De los errores cometidos por las élites gobernantes de Francia y España, deberíamos extraer las lecciones para no incurrir en sus desaciertos. En la elección presidencial de segunda vuelta estará en juego la conservación o no de la unidad política del Ecuador. Con el Presidente equivocado, aparecerán más fracturas en el camino.      

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