Rodo y Montalvo – cultura – Banco Central del Ecuador / Dr. Fausto Palacios Gavilanes

Columnistas, Opinión

¡Montalvo y Rodó! ¡Rodó y Montalvo! ¡qué misteriosas, qué profundas, qué emotivas evocaciones tienen estos dos nombres, unidos ya para la eternidad por los diamantinos e indestructibles lazos del pensamiento, de la palabra, del bien, de la belleza, de la consagración y de la muerte! Vidas gigantes y fecundas, tienen hondas analogías y se armonizan hasta en lo que, aparentemente, tienen de dispares: inquieta, rebelde, tempestuosa, oceánica, fue la de Montalvo; reposada, serena apacible, fue la de Rodó; y, como cielo y mar, se influencian, se unen  y se reflejan causando benéficos efectos en el Continente, estas dos almas infinitas, de océano verde y de firmamento azul.

Su desaparición del escenario humano ha sido también parecido: el uno murió en Paris; solo, pobre, nostálgico y doliente, esperó con rosas, a la Pálida, en una ya lejana mañana de enero; el otro acaba de morir, en una tarde de primavera, frente al Mare Nostrum, en Palermo evocador, capital de la isla florecida, que es como el corazón de la Italia Mater, latiendo al compás de la epopeya.

¡Almas cumbres, aquilinas, siempre distantes, siempre lejanas, para desprenderse, como de un manto, de la materia y entrar en la inmortalidad, buscaron un pórtico condigno en antiquísimas urbes legendarias!

Extinguida la voz profética del Cosmopolita, y tras un paréntesis de silencio, comenzó a oírse en el Mundo de Colón, la voz unciosa e iluminada del joven profesor de Montevideo, que predicaba el evangelio de “Ariel”, y cuyas palabras profundas eran como un bautismo de fuego sobre las cabezas de las juventudes de América. De entonces a  acá, ¡cuántas cosas hondas, sutiles, sugerentes, emotivas, alentadoras, como un filtro, nos ha dicho el prodigioso creador de “Motivos de Proteo”!

El ideólogo de los “Cinco Ensayos”, como el filósofo de los “Siete Tratados”, tuvo fe ciega en los altos destinos de nuestra raza; sintió la integridad de esta patria continental y grandiosa que, por tradición, por historia, por idiosincrasia, por lengua, por hábitos, por destinos y por continuidad territorial, es una, aunque integrada por diversos Estados soberanos. Esos dos genios eran los tutelares de la América: ellos la salvaban, ellos la protegían.

A la muerte de Rodó, como a la muerte de Montalvo, esta América nuestra se halla huérfana, y ha enmudecido. Desorientada y convulsa, en el momento más crítico y decisivo de su vida, la india histérica, que dijo Rubén, se siente poseída de una presagiosa inquietud, y, con ojos desorbitados, escruta en la cerrazón hostil de sus horizontes, buscando con avidez angustiosa, el cerebro estrella, precursor del orto luminoso del futuro….. (O)

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