¿Quién tiene la razón, Noboa o Rousseau?

Columnistas, Opinión

En un Estado de Derecho, nadie está por encima de la ley. La cita es necesaria en el análisis de lo que sucedió en Quito el 5 de abril, cuando por orden presidencial la Policía Nacional allanó la sede diplomática de México. Se indica que este artículo se desarrollará con base a dos eventos: 1. El asalto a la embajada mexicana es una violación al derecho internacional. 2. El 12 de abril de 2024, en la audiencia de solicitud de habeas corpus del Sr. Jorge Glas, la jueza Mónica Heredia declaró que la detención fue ilegal. 

Querido lector, no es propósito de esta columna juzgar la culpabilidad del exvicepresidente Jorge Glas, pues eso es trabajo de los tribunales. Tampoco se enumerará las leyes que han sido transgredidas por ambas partes, porque el objetivo es recalcar el grave peligro de actuar fuera de la ley, violando el artículo 83 de la Carta Magna, el cual dispone “Acatar y cumplir la Constitución, la ley (…)”. Para ejemplificar esta problemática, se hará uso de dos libros del filósofo político suizo, Jean-Jacques Rousseau (Discurso sobre la economía política y El Contrato social).

Rousseau, inicia destacando la evolución del individualismo en su forma natural y primitiva hacia la asociación del género humano. El fin de esta asociación de fuerzas y libertades individuales es buscar la conservación de cada uno de sus integrantes y se la denomina pacto social. En donde, la ley es la herramienta que permite a los miembros vivir en el pacto social. La ley “a quien los hombres deben la justicia y la libertad. Es ese saludable órgano de la voluntad de todos quien restablece, en el derecho, la igualdad natural de los hombres”. También la denomina la “voz celeste” a la cual los ciudadanos tienen que someterse, incluso los jefes de Estado están obligados a gobernar siempre conforme a la ley e independiente de su voluntad particular, caso contrario se regresaría al “estado puro de la naturaleza”

Asimismo, Rousseau expresa que el gobierno no es el dueño de la ley, sin embargo, se convierte en garante de la misma, es por esto que el papel que desempeñan los gobernantes, es vital para evitar un caos social, cumpliendo el deber de garantizar que nadie esté sobre la ley y que cada ciudadano la acate y respete. De lo contrario, la paz y la justicia no reinará, por esto es necesario que la autoridad penetre “hasta el interior del hombre” y seguir el consejo de Rousseau: “haced leyes que puedan ser amadas”

En el caso de un país donde las leyes fueran preciadas, y la voluntad de cada ciudadano también sea del interés de la voluntad general, a pesar de ser una utopía, en ese ideal no existiría trabajo para el gobernante ya que el pueblo actuaría sometido a la ley y perseguirá el cumplimiento del interés público. Además, Rousseau menciona que los gobiernos autoritarios llegan a sucumbir y extinguirse; un signo de alerta es cuando las leyes se debilitan y que con el pasar de los años dejan de ser venerables y se las menosprecian. 

Aquí se ha expresado la importancia de vivir conforme a la ley. Pero, acaso en Ecuador quien tiene el poder, ¿tiene la razón? (O)

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