Perversidad humana

Columnistas, Opinión

El filósofo Thomas Hobbes escribió que el estado natural de la humanidad es “la guerra de cada hombre contra cada hombre”; y el antropólogo Richard Wrangham afianzó esta hipótesis aduciendo que “la competencia entre los machos es un rasgo fundamental de la evolución humana, lo que los llevó desde muy temprano a odiar y matar a los que percibían como competidores convirtiéndolos en enemigos, razón por la cual, los machos tienen músculos mayores y más densos que las hembras, presumiblemente para la agresión y el combate.”

Y es que, la atrocidad de algunos actos humanos efectivamente revelaría nuestra esencia de desalmada perversidad; revisemos, sino, videos difíciles de ver y narrar de brutales ataques perpetrados por parte de terroristas de Hamás a la sociedad civil; de líderes palestinos enseñando a criaturas a odiar y matar a los judíos; de ejecuciones públicas por negarse a usar el hiyab o por pensar diferente; o, guardando las proporciones, de «protestantes” en Ibarra lanzando bombas molotov directo al cuerpo de policías, incendiando vehículos y obligando al cierre de negocios. Sí, crudos ejemplos que confirmarían la crueldad y malicia que corre por nuestras venas.

Pero, ¿es esto cierto?, ¿tenemos los humanos propensión natural a la guerra, a la agresión y a la muerte violenta?

Pues, para tranquilidad de todos, la ciencia concluye que no. Varios estudios interdisciplinarios de biólogos, primatólogos, arqueólogos, antropólogos y sociólogos que analizaron a fondo miles de registros fósiles y arqueológicos señalan que “la violencia y la guerra no son elementos básicos de nuestra naturaleza profunda, que más bien la empatía y el altruismo tienen raíces profundas en nuestro pasado simiesco y que, más que naturalmente propensos a la guerra, los humanos se sienten naturalmente inclinados hacia la compasión y la moralidad. Los casos, dice el estudio, de guerra o de bestialidad extrema, han sido, por siempre, aislados y reducidísimos proporcionalmente hablando.”

Ahora mismo, la guerra entre Rusia y Ucrania, las matanzas de terroristas islámicos en contra de judíos y cristianos, los tiroteos en Estados Unidos, genocidios, muertes violentas y muchos otros conflictos en otras partes del mundo son, en relación con los ocho mil millones de humanos en el planeta, solo un porcentaje infinitesimalmente pequeño tanto en cantidad de eventos como en número de víctimas.

Claro, esto no es para subestimar la guerra y el homicidio; son una terrible realidad en la vida humana, pero, simplemente no son tan extendidos (nunca lo han sido) como para etiquetarlos como “nuestra naturaleza”.

Provocar daño al prójimo continua, masiva e indiscriminadamente constituiría la base para sabernos violentos por naturaleza; pero tanto en el pasado remoto como ahora, las conductas violentas de los Homos en sus diferentes etapas demuestran ser escenarios puntuales y esporádicos que definen claramente el comportamiento de unos pocos seres humanos versus el de todos.

Por lo tanto, si bien la humanidad no es guerrerista, la perversidad humana -que la hay- sería entonces una elección, no su esencia. (O)

mariofernandobarona@gmail.com

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