¡Otra pandemia más! /Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

La semana pasada, a la salud mental y sus consecuencias psicosomáticas (mente – cuerpo), las calificábamos de la “otra pandemia”, pero no se puede escapar reflexionar un poco sobre el mayor flagelo pandémico que está pasando una factura de incalculables consecuencias destructivas sobre los principios morales, culturales y sociales del ser humano, acrecentando su inseguridad, su intranquilidad, despedazando su economía y su supervivencia, esta es la vieja y ahora groseramente reinante corrupción del sector público (los dineros de quienes pagamos los impuestos). Y claro, la pandemia de la Covid19 la ha favorecido porque ha concentrado las decisiones y se han disminuido los controles.

La pandemia significó para todos un estado de excepción continuo. Desde hace un año, los Gobiernos de todo el mundo deben gestionar ese estado de excepción, la emergencia se convirtió en un cheque en blanco para los politiqueros cleptómanos, adquirir aparatos médicos, fundas de cadáveres, medicinas, insumos, importar cubrebocas, adquisición de pruebas, vacunas, así como repartir paquetes de ayuda y dinero, pero desdichadamente, la pandemia les ha venido bien a los Gobiernos corruptos e inhumanos, que literalmente han matado a parte de la población.

Según autoridades de Transparencia Internacional, la primera y mayor organización de lucha contra la corrupción a nivel global, da a conocer que en América Latina, Uruguay y Chile resultaron los países mejor ubicados, en los puestos 21 y 25 respectivamente del ranking general de 176. En el otro extremo del Índice se ubican Venezuela a la cabeza, Haití y Nicaragua percibidos como los más corruptos en el sector público coincidentes como los gobiernos más autoritarios. Ecuador no se queda atrás ya que ocupa el puesto 92, a sabiendas que, a nivel global, más de dos tercios de los 176 países están por debajo de la mitad de la escala.

El mundo entero compraba respiradores, y nuestros países ¿qué hacían? Se los compraban a proveedores, por ejemplo, que jamás habían proveído nada, que no estaban en los registros, pagaban en algunos casos el total por adelantado, lo depositaban. Luego, por supuesto, cuando los aparatos no llegaban, los iban a buscar, y la cuenta bancaria no existía y los respiradores tampoco. Los costos de las compras eran salvajemente sobre preciados, asignando beneficios a amigos o militantes, o a empresas que no cumplían con los requisitos necesarios pero que habían financiado campañas políticas.

El punto es que la corrupción afecta directamente e indefectiblemente a la vida de las personas, aunque no lo parezca. Se agotan los recursos en compras y contratos inútiles con descomunales sobreprecios afectando a la educación, a la seguridad y a la salud de la población. La gente le tiene claro que hoy la política es “excelente negocio” se cometen fácilmente los delitos financieros, pues son difícilmente comprobables y con asombroso descaro se declaran perseguidos políticos. Fin. (O)

MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL

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