Aceptar al inconsciente / Juan José Quesada Revelo

Columnistas, Opinión

Freud decía que el descubrimiento del inconsciente es una herida narcisista para la humanidad, porque hasta entonces se creía que somos amos y señores de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, pues aceptar al inconsciente es aceptar una doble vida. Por su parte Lacan se preguntaba si el inconsciente es un invento de Freud, es decir, ¿hubo inconsciente antes de Freud?

Nuestros colegas de la psicología científica dirán sin titubeos que el inconsciente no existió ni antes ni después de Freud y que más vale enseñar en la universidad técnicas y prácticas científicamente comprobadas y “éticas”. La discusión entre el psicoanálisis y las otras ramas “psi” no es real ni necesaria; y mucho menos tiene lugar en este escrito.

El filósofo francés Dany-Robert Dufour refiere que el sujeto de la modernidad fue el sujeto crítico kantiano y el sujeto neurótico freudiano, es decir el sujeto de la razón que analiza la experiencia y el sujeto de la represión cuya psique está escindida entre consciente e inconsciente.

Por lo tanto, sabemos del inconsciente a través de sus manifestaciones: sueños, chistes (ocurrencias), lapsus, actos fallidos. Todo aquello que es pasado por alto por el sujeto de la enunciación y el interlocutor, pero que esconde un saber, un saber que más que olvidado es evitado; de tal forma que el psicoanalista permite detenerse al sujeto en su discurso que parece apuntar a un significado concreto (equivalente a la realidad), para desenredar los significados ocultos que tan enfáticamente evita porque está encariñado con las certezas ilusorias de su Yo y su realidad.

Aceptar al inconsciente es permitirse la duda y marcar una distancia con la realidad, porque el discurso consciente pretende ser una enunciación fiel de la misma, negando que la forma en que internalizamos la realidad es a través de una ficción en la que más frecuente de lo que parece se puede ver algo del síntoma de cada uno. (O)

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