Los movimientos sociales / Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión

Los movimientos sociales han existido desde milenios en varios lugares del mundo, cuya filosofía se sustentaba en una legitima transformación social en el que prevalezca la equidad, la justicia y la paz. Para alcanzar estos principios inherentes al hombre fue necesario la presencia de un líder, cuya postura no era otra cosa que identificarse de manera “desinteresada y pertinente” con los ideales patrios y los requerimientos de sus agremiados, amparados por objetivos y metas comunes.

Los movimientos sociales se han ido organizando en el tiempo de acuerdo con las demandas de la época en los ámbitos: cultural, religioso, étnico, campesino, político, económico, feminista, entre otros. Sin embargo, paralelamente a su multiplicación y crecimiento han desvirtuado su real esencia de lo que significa el servicio comunitario, así como la labor altruista de sus líderes.

Hoy, la presencia de los movimientos sociales cada vez es más numerosa, en rechazo a la actual crisis político-económica mundial que está agravando los niveles de pobreza, especialmente en varios países del mundo cuyas economías han sufrido graves e irreparables consecuencias por la presencia inusitada de la pandemia que actualmente azota a los sectores más vulnerables de la estructura social. 

Nuestro país, no es la excepción, hemos sido fuertemente golpeados por la pandemia, cuyas consecuencias se traducen en altos índices de subempleo y desempleo, gran porcentaje de la población en estado de pobreza, una cultura excluyente y elitista, alarmantes índices de desnutrición de la población infantil, pavorosa dependencia económica (FMI); y, la pandemia más feroz, las denuncias de corrupción hasta los niveles más altos del poder gubernamental.

En el Ecuador la corrupción existe desde la fundación misma de la República y desde eses entonces los eslabones de la complicidad pública y privada han formado una cadena indestructible para promover a personas deshonestas e inescrupulosas su llegada al poder, y con ello la democracia se fue al piso.

Lamentablemente, en  el Ecuador se ha institucionalizado la cultura del engaño, el fraude, la ilegalidad, la injusticia, el enriquecimiento ilícito, el abuso de poder para beneficiar y favorecer a grupos políticos, el nepotismo (cargos y prebendas a parientes y amigos), pago de remuneraciones a quienes no trabajan (piponazgo),  emisión de leyes para favorecer a los inmorales, mecanismos de control deficientes, el ejercicio de la política para enriquecerse en forma rápida y sin esfuerzo, deficientes servicios públicos o ausencia de ellos, comercialización de fármacos, pago de coimas para recibir favores, etc., etc.

De modo que una de las principales pandemias que hoy afecta a nuestro país es “la corrupción”, sería saludable y beneficioso que, en ausencia de líderes patriotas y honestos, sea el pueblo ecuatoriano que defienda su soberanía siendo los principales líderes que nos revelemos en conta de los “líderes fantasmas “qué solo buscan figuración y prebendas personales; a fin de reestablecer el orden moral, la justicia y el desarrollo integral de nuestra sociedad, que permita la construcción de un Ecuador diferente, basado en principios éticos. ¡Es hora de reconquistar nuestros derechos! (O)

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