La izquierda se derrumba en América / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

 

Y se derrumba como siempre lo han hecho las dictaduras en la historia: con un pueblo hastiado del abuso, la prepotencia y el cinismo de un gobernante que se cree con el derecho para hacer lo que le venga en gana. Se derrumba en medio de graves disturbios callejeros que conllevan muertos y heridos, se derrumba mientras hay cierre de medios, impunidad frente a la corrupción, represión brutal y enfrentamientos en contra de jóvenes que gritan libertad. Así, cual papel carbón que reproduce exactamente el original, se derrumba la izquierda en América Latina en cada uno de los países en que sembraron raíces.

La semana pasada protestaron en varias ciudades de Nicaragua miles de jubilados que reclamaban al gobierno socialista de Daniel Ortega por un injusto recorte a sus pensiones mensuales. Por eso, a todos los gobiernos del Socialismo del Siglo XXI cabría preguntarles: ¿Dónde quedó el principio de ‘primero el ser humano sobre capital’, dónde la sindéresis entre lo que dicen y lo que hacen, dónde la tan cacareada repartición de riqueza, dónde el respeto a sus ciudadanos? En ningún lado, bueno, solo en los discursos que para eso sí son buenos.

Sergio Ramírez, hombre íntegro, escritor y vicepresidente de Nicaragua en el primer periodo de Daniel Ortega, dice que no tardó en desilusionarse de la revolución sandinista “cuando muchos comandantes y dirigentes decidieron apropiarse de los bienes de Somoza”. Señala además que todo fue “un verdadero descalabro ético de la revolución. La revolución podía estar viva si no hubiera perdido su sentido moral (…) pero comenzó a ser minada por ‘los negocios’, el surgimiento de fortunas de nuevos ricos, eso acabó con el ideal revolucionario.” Termina diciendo que “hasta ahora la historia ha probado que ese es el destino de toda revolución: La Revolución francesa terminó con una nueva camada de ricos; la Revolución mexicana dio nuevas fortunas, una nueva burguesía; y en Nicaragua ocurrió también.” De mi parte añadiría como ejemplo perfecto, igual, a la Revolución Ciudadana en el Ecuador.

Este preciso instante, el narco-dictador nicaragüense Daniel Ortega está en la cuerda floja -si no es que ha caído ya-. Y ya no son solo los jubilados, el pueblo entero se ha levantado. Lamentablemente hasta el fin de semana se reportaron más de una veintena de muertos tras una represión brutal de parte de aquel que decía ‘amar a su pueblo’. Y es que Ortega quiere eternizarse en el poder (como todo buen socialista – revolucionario): lleva de presidente 22 años en dos periodos diferentes, desvergonzadamente colocó a su esposa Rosario Murillo como vicepresidente, es acusado entre otras cosas como el más grande violador: de menores (a su propia hijastra), de las Leyes, la Constitución y de los DDHH, además de provocar una total impunidad a los innumerables casos de corrupción denunciados.

Uno tras otro van cayendo y desnudando sus miserias los gobernantes socialistas en América, y como cereza al postre, la inoficiosa UNASUR también ‘marcó calavera’ como dice nuestro pueblo. (O)

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