Humanamente tercos / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión



Las grandes virtudes humanas consideradas como cardinales: la justicia, la fortaleza y la templanza, madres del resto de las virtudes aparecen cada vez más desdibujadas en el panorama de nuestras sociedades modernas, si tenemos en cuenta el origen de la crisis económica, la corrupción y la desorientación que provoca la escalada de violencia en muchos países. Sin embargo, la propia evolución de la crisis podría impulsar un florecimiento de los valores que más erosionados parecían en épocas de abundancia, al menos en lo que se refiere a nuevas generaciones.

Según demuestra un reciente estudio sobre drogadicción, los jóvenes entre 15 y 24 años de países concentrados en el problema, están en pleno proceso de razonamiento, y cada día son más quienes se reconocen a sí mismos como responsables.

Este retrato positivo tiene un contrapunto profundamente conflictivo en la aceptación mayoritaria del aborto y la eutanasia. La compasión hacia las madres que abortan no puede confundirse en ningún caso con un supuesto derecho de eliminar una vida inocente, que es la mayor de las violencias que puede cometerse.

En cambio que destaca el estudio se agita sobre arenas movedizas porque falta un contexto educativo adecuado un gran desafío para nuestra sociedad -americana y europea- en esta encrucijada histórica.

Los estudios sobre población determinan que la mayoría de problemas de la humanidad son derivaciones del crecimiento poblacional que no sigue ningún camino planificado. Los niños nacen por millones, excepto en algunos países como los nórdicos donde tienen políticas inteligentes para determinar el número ideal de habitantes que les permite sostener un nivel de vida saludable en lo económico y en lo social

Lamentablemente existen otras regiones cuya población se multiplica irracionalmente. Cuando el hambre irrumpe con violencia, exhiben al mundo sus vástagos esqueléticos esperando más que comprensión lástima y caridad general

El problema exige políticas realistas rigurosas, políticas ejemplares de primero y tercer mundo; y no pesadilla supuestamente científicas como aquella que propone exportar gente a otros planetas. (O)

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