Fin de la historia y de las ideologías

Por 1992, cuando el Muro de Berlin había colapsado, el politólogo estadounidense Francis Fukuyama publicó su libro, El Fin de la Historia y el Ultimo Hombre, en el que sostuvo que la democracia liberal, con su andamiaje ideológico, había derrotado al comunismo como ideología y práctica. Tuvo alguna razón. Varios regímenes comunistas, especialmente en Europa oriental, se desplomaron. Otros se transformaron, entre ellos, China, Vietnam y Rusia, países que desarrollaron un capitalismo de Estado, con mercado y severo control estatal.
Tres décadas después, las democracias liberales se han convertido en la regla, con las elecciones como termómetro democrático, más allá que sean competitivas, abiertas y transparentes. Inclusive, el dictador de Venezuela recurrió a elecciones fraudulentas para disfrazarse de elegido por el pueblo. La sui géneris democracia dentro del partido es la que justifica el poder los gobernantes chinos. Ninguno dice estar en la cumbre del poder del país como dictador. En Rusia, Putin sigue gobernando en nombre del pueblo que lo eligió. En definitiva, aunque las elecciones no sean competitivas ni abiertas, dirigentes de estos países y otras más gobiernan, según ellos, con legitimidad democrática.
Alrededor de la noción de democracia liberal giran una serie de ideologías. Trump dice representar al conservadorismo estadounidense. Lula, en Brasil, al nuevo socialismo. Sánchez, en España, al socialismo democrático. Petro, en Colombia, a la izquierda socialista. Cada gobernante se envuelve en alguna corriente ideológica. En todo caso, más allá de calificarlos por la ideología que abrazan, se debe juzgarlos por la forma como tratan al mercado, esto es, a ese espacio esencial de la sociedad civil en el que los ciudadanos construyen sus vidas, produciendo, consumiendo, en resumen, intercambiando productos. Al final, se observará que, en más o en menos, todos interfieren en el funcionamiento del mercado.
Antes que decir que ha triunfado la democracia liberal, la verdad es que el mercado ha vencido a sus adversarios. En China, Rusia, Venezuela, Vietnam, el mercado es una realidad, una oportunidad para el ejercicio de las limitadas libertades. En países que no tienen una historia de socialismo radical ni comunismo, como el que implantaron Mao y Stalin, el mercado debe ser cuidado y respetado. (O)