El que nada debe, nada teme / Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión

Los jueces de la Corte Nacional de Justicia (CNJ) enfrentan la evaluación que definirá su permanencia en el máximo organismo de la Función Judicial.

Esta entidad inició su andadura junto con la actual Constitución; está conformada por salas especializadas en materia civil, penal, laboral, contencioso administrativo, contencioso tributario y familia; y tiene entre sus funciones más delicadas conocer las causas de los servidores públicos de alto rango.

Las primeras amenazas de evaluación empezaron meses atrás; pero los afectados, desde el inicio, levantaron voces de protesta. Así, cuando el Consejo de la Judicatura expidió el Reglamento para la evaluación, el Pleno de la CNJ señaló que esta resolución no garantiza “el debido proceso”, que confunde “criterios de evaluación con principios de la administración de justicia”, que pone en “duda el ejercicio de la potestad jurisdiccional y la competencia de los administradores de justicia”, entre otras cosas. A regañadientes inició el trámite.

El abandono previo fue la primera novedad. Algún magistrado, sin querer someterse al examen decidió salir por sus propios pies. Otros, no vieron con buenos ojos autorizar voluntariamente el levantamiento del sigilo de sus cuentas bancarias y mucho menos dejar que se indague sobre su patrimonio. Dos juezas se declararon en resistencia. Hubo quienes faltaron a la prueba oral.

El miedo a rendir un examen, podría originarse en una fobia poco conocida, la “ansiedad social discreta”. Se trata de un trastorno que incapacita a las personas, provocando resistencia a los exámenes. Esta fobia se presenta durante la infancia y cuando no hay tratamiento adecuado evoluciona hasta truncar la vida académica de una persona.

Sin embargo, la evaluación a la que se hace referencia tiene como sujetos a funcionarios con amplia trayectoria en la vida nacional. Son jueces que dejaron la infancia décadas atrás. Entonces las conjeturas sobre el secretismo de su patrimonio y sobre las motivaciones para no asumir la evaluación con profesionalismo, son válidas. En el caso de los que renunciaron al inicio, tal vez quisieron ponerse a buen resguardo anticipadamente. En el caso de los que son evaluados en actitud de rebeldía, tal vez tienen algo que ocultar. Las evaluaciones, siempre que están diseñadas con transparencia, son positivas. Pero, sobre todo: “El que nada debe, nada teme”. (O)

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