El corazón de Cristo / P. Hugo Cisneros

Columnistas, Opinión

LECTURAS DOMINICALES


El domingo pasado celebramos, en la Iglesia Católica, la festividad del sagrado corazón de Jesús. Comparto para la meditación de mis lectores una reflexión de antaño, sobre el sagrado corazón de Jesús. 

Hay que descubrir en Cristo el corazón del Padre 

El cristiano al acercarce a Cristo que es la Palabra definitiva del Padre, confirmada en su verdad por el Espíritu Santo, descubre en el corazón de Jesús, el corazón del Padre. 

Al hablar del corazón, estamos hablando de lo más íntimo de la persona, lo más hondo de sus sentimientos y de sus actitudes; estamos hablando de la persona misma. Decir que Cristo es el corazón del Padre, es afirmar que a través de Jesús podemos llegar a descubrir el corazón, la persona, las actitudes de Dios Padre. 

El corazón de Jesús hace presente el amor del Padre 

Cristo, al ser corazón del Padre, es aquel que va dando vida permanentemente, y la va dando en abundancia porque su presencia viva es el reflejo del Padre que quiere que todos vivan y que tengan vida· en plenitud. Cristo refleja el gran amor del Padre al revelarnos su entrega sin condiciones en favor del pecador, en favor de todo hombre. 

Si alguna vez queremos definir a Dios como amor hay que responder diciendo: «Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo, Cristo». 

Si nos adentramos en el corazón-persona de Cristo, en su vida, en sus actitudes, vamos a descubrir la presencia sensible del Padre en la vida de cada uno de nosotros. Él no nos abandona, hace «llover sobre buenos o malos», no «tiene acepción de personas», no da «una piedra cuando sus hijos le piden un huevo». El comportamiento del corazón-Cristo nos hace sentir que el Padre es el que nos espera al final del camino. San Juan nos dice que nadie que va al Padre será rechazado por Él. 

Los caminos para llegar al corazón del Padre 

Es increíble descubrir que el que quiera llegar a experimentar la riqueza del corazón de Dios Padre, debe pasar por las exigencias del corazón de Cristo. En la exhortación postsinodal «Ecclesia in América «. Cristo aparece como el corazón de la historia, como el corazón de la comunidad de creyentes. Aparece Cristo como el camino de conversión, de comunión íntima y de solidaridad que nos lleva a la experiencia del amor del Padre. La conversión es un llamado a dirigir los pasos hacia Él, hacia Dios. Es un cambio de dirección de vida hasta llegar a tener un estilo nuevo de existencia a la «manera de Jesús». Es un cambio que tiene que proyectarse hacia los demás. No podemos cambiar de estilo de vida, por la fuerza de Dios, si no nos comprometemos a ofrecer a los demás un cambio similar, porque es bueno. 

El ir descubriendo el corazón de Cristo, nos obliga a llegar a un encuentro de comunión. No podemos quedamos en la simple contemplación del corazón de Cristo y de su Padre, sino hay que entrar en comunión llena de fraternidad, desde el estado al que hemos sido llamados a vivir. 

El que descubre a Cristo y su modo de ser, de actuar, de pensar, es decir, su corazón que revela el corazón de su Padre, tiene que «convertirse», mediante su compromiso de solidaridad, en el «corazón» para los demás, para los más pobres, para la comunidad marginada, que lucha contra la corrupción, la marginalidad, que se alinea en favor de los derechos humanos y busca superar todo mal. 

Qué hermosa dinámica la que hemos descubierto: Cristo es el corazón del Padre, nosotros el corazón de Cristo ante el mundo y los hombres.  (O)

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