Después de las mesas de diálogo/ Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión

Las conversaciones entre el Gobierno y la dirigencia de la CONAIE, Feine y Fenocin concluyeron al finalizar los 3 meses de plazo fijados desde la suscripción del acta de paz, el pasado el 30 de junio. Sin embargo, las movilizaciones no dejan de estar latentes. 

Después de 18 días de paralización, fueron obligados a sentarse los representantes del régimen, junto con los miembros de las organizaciones indígenas, en 10 mesas de trabajo, donde se repasó las peticiones planteadas desde el inicio del paro. El gobierno asegura que hay muchos acuerdos y pocas discordancias. Los dirigentes dicen que el documento final será evaluado en las comunidades. 

El paro o protesta social puede ser visto desde varias perspectivas. El sector indígena mira con sensación de victoria la rendición del gobierno; los ciudadanos no-movilizados manifiestan inconformidad por el bloqueo y desabastecimiento; los dueños de empresas se lamentan por las pérdidas; algunas familias lloran la muerte de uno de sus miembros y el régimen celebra también como éxito de la democracia, haber evadido la caída de su presidente o la muerte cruzada. Cada protagonista pone énfasis en lo que quiere ver. 

La verdad es que, tres semanas de zozobra, muerte, pérdidas materiales y polarización de la opinión pública,… no pueden dejar algo para celebrar. La victoria de los subsidios y la rendición del gobierno representan más de 3 mil millones de dólares al año, que dejarán de ser invertidos en educación, salud, obra pública o asistencia social. 

Más aún, la suma de todo, representó un golpe definitivo para la economía de muchas empresas que intentaban surgir después de dos años de pandemia; una parte de la población perdió su fuente de trabajo; la suspensión de la venta de petróleo como fuente principal de ingresos del país terminó de ahorcar nuestra débil economía; la pérdida de millones en ventas  de flores y otros productos de exportación significó un grave retraso y el envío de un mensaje negativo al mundo, que nos coloca en una situación adversa. 

Las mesas de trabajo debían terminar el 12 de octubre, inicialmente, pero se postergó su cierre un par de días. Quedan muchas cosas sin acuerdo. Era predecible la imposibilidad de atender todo en 90 días. De aquí en adelante, el presidente y los líderes indígenas tienen la obligación de medir sus actuaciones, sobre todo sus discursos. Para el país sería lapidario un escenario parecido al de junio 2022. 

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