Arte de lo imposible / Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión

En democracia la oposición es importante para garantizar el afianzamiento de un sistema de gobierno. Si bien, la ciencia política, intenta establecer concepciones universales, estas conceptualizaciones son susceptibles de revisión, según el contexto, el momento histórico y la coyuntura social que atraviesa un pueblo.Por lo general, oposición es un concepto que concentra a cualquier agrupación política que se encuentra fuera del partido que gobierna. Temporalmente, hay grupos que a su turno son gobierno, mientras los demás forman la oposición. Esto depende de la alternancia y los cambios en la opinión pública, que a veces apoya a un partido y luego a otro. Esta es una de las principales características del sistema democrático.En estados con alta cultura democrática, ser parte de la oposición política significa ejercer el control a los gobernantes. En condiciones regulares, el diálogo y la discusión constructivos, de ninguna manera son simples medios usados para disputar el poder, todo lo contario, son modos de ejercerlo sin estar dentro del grupo dominante. La distribución de los poderes y la capacidad de hablar o no y de discutir o no, se distribuye en función del bienestar común. Esta es la naturaleza de la democracia.No así en el Ecuador, donde ser demócrata se ha convertido en un oficio que permite negociar beneficios particulares. Aquí, la condición de ser opositores, propia de los partidos o movimientos políticos que perdieron las elecciones o no han alcanzado el gobierno, salvo honrosos casos, más bien es la de adversarios y hasta enemigos. Aunque esto varía según el objetivo que se persigue. Por esta razón, con facilidad hay quienes un día se identifican como opositores y al día siguiente, sin explicaciones, aparecen apoyando de frente o de forma disimulada a sus antagonistas. Así sucede con el correísmo, cuyas decisiones son difícilmente comprensibles. En los últimos días sus votaciones en el Pleno de la Asamblea Nacional, permitieron la configuración de escenarios que decían rechazar. La abstención de sus legisladores a la hora de pronunciarse sobre la moción de archivo de la reforma tributaria presentada por el presidente Guillermo Lasso, permitió la entrada en vigencia de esta norma sin ninguna modificación. Pero no fue todo. De forma seguida, salvaron de la destitución a su colega, exmilitante de la Izquierda Democrática, Eckenner Recalde, acusado de cobrar diezmos a sus propios asesores. Nuevamente se abstuvieron. Con estos hechos, hay que atreverse a corregir al sabio Aristóteles y proclamar que la política, es el arte, no de lo posible, sino de lo imposible. (O)

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