Ciencia del Deporte: Una profesión que se mercantiliza

Vivimos en una época donde el deporte ha alcanzado niveles de exigencia física, táctica y mental sin precedentes. Sin embargo, paradójicamente, la Ciencia del Deporte, que debería ser el motor técnico y académico del rendimiento, se encuentra gravemente desvalorizada, especialmente en países donde los logros deportivos aún dependen más del talento innato y del esfuerzo personal que de un verdadero sistema estructurado.
Un síntoma alarmante de esta desvalorización es la proliferación de «academias express» que, con la aparente complicidad de órganos de control, ofrecen títulos de tercer nivel en apenas nueve meses y modalidad online, aceptando simples certificados de “experiencia laboral” como si reemplazaran años de formación universitaria formal. Esta práctica degrada el valor del conocimiento científico y pone en entredicho la calidad de los profesionales que se forman bajo esos esquemas.
El resultado es evidente: abundan los centros de entrenamiento sin rumbo, sin metodología clara ni evaluación de resultados. Las modas sustituyen a la planificación, y la improvisación reina donde debería primar la ciencia. En muchos casos, el “entrenador” se limita a reproducir rutinas copiadas de redes sociales sin entender ni por qué ni para quién están diseñadas. Esto no solo pone en riesgo el desarrollo atlético, sino también la salud de los deportistas.
A pesar de este panorama, los éxitos deportivos siguen apareciendo, pero hay que decirlo con claridad: no son fruto del sistema, sino de la excepción. Son el reflejo de individuos que, por características genéticas privilegiadas (afrodescendientes) o por un esfuerzo personal sobrehumano, logran destacar en medio del desorden. Es decir, ganamos “a pesar de” y no “gracias a”.
Este editorial es, por tanto, un llamado urgente a la academia, a las federaciones, a las universidades y a las instituciones deportivas: no se puede seguir permitiendo que la formación de entrenadores y profesionales del deporte se base en atajos y validaciones mediocres. La Ciencia del Deporte debe recuperar su lugar como columna vertebral de todo proyecto deportivo serio.
Además, existe otra manifestación de este problema: la banalización del análisis deportivo. Todos opinan, todos dan alineaciones, todos se sienten en la capacidad de juzgar al entrenador de turno y a los jugadores de la selección, sin tener noción del trabajo detrás, de los procesos, de los datos, del contexto. Es una cultura que sobrevalora la opinión personal y subestima el conocimiento técnico.
Mientras no se respete la formación académica rigurosa, mientras el deporte siga siendo territorio de la improvisación y el «criterio personal», seguiremos dependiendo del milagro genético o del héroe solitario que logra imponerse contra la corriente. El deporte necesita ciencia, investigación, planificación y respeto por la profesión. No hay otro camino si queremos dejar de celebrar excepciones y empezar a construir resultados sostenibles. Mtr. Gestión y Liderazgo Educativo y Dr. Pedagogía E.F. (O)