Yo soy Niño / P. Hugo Cisneros

Columnistas, Opinión


Respirando aún los aires del día del niño que celebramos al comienzo de este mes, quiero con Uds., descubrir que todo hombre-mujer puede afirmar con certeza que YO SOY NIÑO.

Ayer, día del niño, tuve una visita inesperada en mi oficina, un niño de aquellos pequeñines llenos de luz, de miradas, de ganas, con una mirada amplia que al entrar se presentó diciéndome SOY UN NIÑO y ante mi silencio de sorpresa, me dijo: ¿Y tú? Sin titubear le contesté SOY UN NIÑO QUE HA CRECIDO.

Todos nacemos niños, nadie nace adfulto y que hermoso es constatar que uno cimienza la existencia siendo niño en embrión, niño que aprende a caminar y balbucear las primeras palabras, niño que se va haciendo grande y que satisfactorio será llegar a la adultez y vejez de la vida y sentir que dentro de nuestro corazón está muriendo el niño que siempre fuimos. “La eternidad no es otra cosa que un volver a ser niño para siempre, porque de ellos y de los que se parecen a ellos, es el reino de la eternidad” (Cristo)

Hablar del hombre niño, se ha vuelto hoy una utopía. Pues pocos son “el hombre Niño”. Toda vez que buscamos lo complicado, lo enredoso en nuestra existencia, estamos dejando de ser “el hombre Niño”. Cuando nuestros ojos no revelan la limpieza del corazón y los hemos obscurecido con nubarrones de prejuicios, de malas intenciones, estamos matando al “hombre Niño que somos.

Toda vez que nos llenamos de falsas alegrías, cuando nuestros gozos son superficiales, la dicha del hombre niño” nos ha dejado y marchitamos sin razón y a veces para siempre.

Cuando nuestras sonrisas se han convertido en una etiqueta de compromiso, en un ropaje para festejar un momento, una ocurrencia, hemos matado la espontaneidad, la alegría del “hombre Niño” que todos somos.

Cuando llevados por las circunstancias, por la cultura de hoy”, dejamos de juntar las manos y elevar una plegaria, un “ángel de la guarda” es porque nuestro “hombre Niño” ha perdido su dimensión de trascendencia, de espiritualidad y terminamos siendo el “hombre materia que va con destino de cementerio”.

Cuando son las reglas de “buen comportamiento” las que rigen nuestras actuaciones, nuestro “hombre Niño” ha dejado de vivir la sencillez, la espontaneidad, la originalidad de todo momento de su extencia.

Cuando no piense así de que soy y puedo ser siempre un “Hombre niño”, es porque ya he envejecido.

Gracias Luigi porque eres niño, yo también soy un niño que está creciendo. (O)

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