Yo no fui, fueron ellos
El terremoto vivido en Manabí y Esmeraldas, deslave mortal en Alausí, emigración
obligatoria por el terrorismo y las organizaciones criminales, la pandemia del covid-19,
corrupción por doquier y ahora, la falta de agua y energía eléctrica, estos desenlaces
deberían dejarnos algunas enseñanzas y reflexiones, sobre todo, el cómo convivir con las
tragedias, obligados a imponer otros estilos de vida y lo más importante, empezar a darle
valor a la vida, el respeto y la empatía los unos con los otros, en la actualidad, estamos
sobre llevando una especie “del segundo round con knock-out incluido”, que nadie quiere
hacerse cargo y reconocer las “derrotas” y quien “golpeó primero”, sobre esta crisis
energética que estamos viviendo, no hemos aprendido a sobrellevar las mismas, y los
problemas de los desastres naturales con medios preventivos y alternativos.
Aflora la hipocresía y el cinismo de todos nosotros culpando a otros, le rendimos virtud al
esfuerzo de ser perfectos con la lengua fuera, nuestras motivaciones y múltiples
contradicciones entre nuestros instintos primarios y las exigencias éticas que la sociedad
demanda de cada uno de nosotros. La deshonestidad, todos somos corresponsables, no
solo de la crisis energética sino también de la crisis moral que estamos viviendo.
Hipocresía, pretender que esta supuesta superioridad moral de muchos políticos que nos
gobiernan, causantes número uno de esta desgracia, reñida con la moral y la ley.
Las crisis y las desgracias son provocadas por el hombre; el hombre que maneja el Estado,
el hombre que maneja los gobiernos, y aquel hombre como nosotros, irresponsables en el
manejo de los recursos que Dios nos dio para ser buenos administradores, y, sobre todo,
hombres egoístas, fingidores e inflexibles de la necesidad del otro.
Es el momento de la unidad, para nadie es un misterio que estamos en un mundo lleno de
incertidumbre, vanagloria, corrupción y crisis, sin embargo, hay que perseverar en la
comunión los unos con los otros y partir el pan juntos. Esto nos da la idea de cómo es vivir
en unidad, una devoción mutua para edificar a la comunidad en el vínculo de la paz y la
solidaridad. Peleemos la buena batalla, conjugando la fe, estando justos, recuerde, que la
recompensa eterna es mucho mayor que la que supuestamente esperamos recibir del
hombre, y dejemos de criticar al otro, y reconozcamos que hemos abandonado e
invisibilizado al Proveedor y Consumador de la fe.