Voluntariado y lucha contra la corrupción / Ing. Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión

En este mes de diciembre como en años anteriores hemos celebrado dos fechas importantes que merecen ser resaltadas, no sólo por lo que cada una representa, sino porque son dos aspectos de la vida social que están en estrecha relación.

Se trata del 5 de diciembre, Día internacional del Voluntariado y del 9 de diciembre como el Día internacional contra la corrupción.

El voluntariado es una actividad noble que se basa en el principio universal de la fraternidad, actuando siempre con un sentido de altruismo y solidaridad bajo la firme convicción de que un deber de todo ser humano ayudar a sus semejantes. 

Es un aporte constante de quienes no buscan más recompensa que la satisfacción interior de estar presentes cuando la necesidad los ha reclamado en medio de un mundo cargado de contradicciones y desafíos.

Esa vocación de servicio que se concreta en un decidido compromiso con la sociedad a través de múltiples acciones humanitarias, proyectos sociales o educativos dirigidos a los más necesitados, al igual que en actividades ecológicas o culturales entre muchas otras más; pues el voluntariado puede actuar en tantos campos como necesidades pueda tener el ser humano.  

En este contexto de cosas, la actividad del voluntariado lleva necesariamente al desarrollo de virtudes importantes en el individuo como el compromiso, generosidad, servicio y solidaridad con el resto, pero por sobre todo la honestidad en la acción.

Es en este último punto en el cual encontramos ese vínculo con la lucha contra la corrupción, misma que toda persona debemos llevarla a cabo de nuestra propia trinchera.

Lamentablemente cada día que pasa nos sorprendemos más y más del grado de corrupción al que han llegado ciertas entidades públicas al igual que empresas privadas otrora muy respetables.

Partamos por entender que la corrupción no es una causa en sí, sino un efecto, es decir constituye la expresión más evidente de una realidad que vive internamente una sociedad desde sus propias bases.

La corrupción es una enfermedad social que al igual que una pandemia, se expande peligrosamente con apenas un breve contacto, degradando todo aquello que encuentra a su paso.

De ahí que la encontremos a todo nivel, comenzando en las propias familias en las que las “pequeñas mentiras”, han pasado a formar parte de la vida cotidiana y se acepta con naturalidad el faltar a la verdad, porque se considera algo de pequeña escala; con lo cual nos vamos acostumbrando a decir una cosa por otra y con ello eludiendo responsabilidades sobre nuestras acciones u omisiones.

De igual forma a nivel de la comunidad, la palabra empeñada ha quedado para la historia y ahora nada se hace sino hay un interés detrás. Esto en la práctica lleva a poner un precio a todo incluso a las personas.

Esto se ve claramente con los famosos “tramitadores” y junto a ellos un sistema que ha degradado a la sociedad toda, pero es esto justamente lo que debemos combatir. (O)

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