Virtualidad social / Dr. Washington Montaño Correa.

Columnistas, Opinión


Me acerco a las oficinas que tiene el CNT en el centro comercial de Ingahurco, hay pocas personas, me ubico en la columna con el distanciamiento social exigido, llevo la mascarilla de rigor; cuando me toca el turno, una empleada me toma la temperatura, tomo el gel de manos y otra señora me purifica con desinfectante; así medio mojado entro a otro distanciamiento social interno que, en alta voz, me indica otra funcionaria. Mientras espero, obligado me toca escuchar todo lo que dicen, porque el usuario al no poder acercarse más de la señal del piso permitida, debe levantar mucho la voz y la funcionaria que atiende hace lo mismo: otro tanto sucede en el cubículo adyacente y todo es griterío. Qué mal servicio, horrible ambiente, te odio Covit19.

En tiempos de pandemia, el servicio de internet, se volvió una herramienta digital indispensable al surgir el teletrabajo, el telestudio, las diferentes teles utilidades y servicios. Contar con una banda ancha ya no es gasto especial como está catalogado en el SRI y susceptible de impuesto; ahora hasta el más pobre necesita del servicio si tiene hijos estudiando, trabajando y de acuerdo a esto, se requiere de al menos 10 megas para recibir clases, bajar la información, navegar para investigar y enviar las tareas virtuales. Te amo celular bendito que alivias mis pesares.

Mientras aceleran las empresas de servicios de internet, los estudiantes se vuelven lentos, por la inactividad física; que si antes eran ociosos para andar y cargar su mochila; ahora es peor porque ahora máximo caminan a la cocina, a la sala y al dormitorio. No se despiertan temprano, ni se asean y con unas horitas que reciben clases, deben hacer varias tareas. Algunos ya odian el internet porque no les permiten ingresar a las redes sociales, a chatear con las panas, sino a estar clavados en las tareas, controlados por padres poco tolerantes que pierden la paciencia por lo mínimo; esos mismos padres que osaban criticar la manera de enseñar del docente; los que defendían a capa y espada la “hiperactividad del niño”; aquellos que justificaban el incumplimiento del estudiante y de paso su irresponsabilidad paterna. La justicia tarda, pero llega.   

La vida educativa y social cambió para siempre. En lo educativo, habrá que revisar el currículo actual para realizar las adaptaciones que sean pertinentes al crucial momento de cambio del paradigma educativo imperante; la tecnología ingresó de lleno a la vida educativa; la coparticipación de padres y docentes en la educación es una necesidad; la administración educativa debe trabajar en procesos virtuales y demandas de capacitación en línea a docentes y padres de familia. El esquema didáctico participativo debería enfocarse en desarrollar la integralidad del ser, a través del conocimiento, el procedimiento y el cultivo de actitudes personales que les permitan asimilar la clase, participar con entusiasmo y respetar el ambiente social. La virtualidad es un escenario para que actúe en ella la didáctica del aprendizaje.

Que el Covit 19 va a seguir matando gente, es una realidad sentida; que en tiempos de la pandemia los buitres de la corrupción sacan beneficios mal habidos, está comprobado; pero que la pésima educación que tiene esta generación no permitió que se enfrente con mayor éxito a la pandemia, porque desnudó las falencias de la empresa e institución pública en donde la triquiñuela para el robo descarado y miserable es pan del día. (O)

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