Un mitayo analfabeto de Pasa hablando como español. 1789 / Pedro Reino

Columnistas, Opinión


Cronista Oficial de Ambato

Yo Esteban de la Cruz, principal mandón de la Corona Real de Passa, en cumplimiento de lo mandado por el señor presidente regente don Juan Josef Villalengua, y en virtud de la asignación   y repartimiento de mitayos nuevamente fecho por su señoría, os nombro para que hagáis la mita en la hacienda de Pondoa del Dr. Dn Luis Francisco de Mera, a vosotros mis sujetos: Nicolás Quilligana, Lorenzo Mabela, Nicolás Toapanta, Josef Ocaña, Tomás Quilligana hijo de Martín, Miguel Quilligana, y Bonifacio Toapanta.

Los dichos harán la mita onde os he nombrado por haber llegado vuestro turno bajo la pena de 50 azotes y un mes de cárcel, y para que así conste, hago, lo firme a mi ruego el amanuense, por no saber leer ni escribir.- Arruego de Esteban de la Cruz, f) Pablo Hoyos y Bermudes (cuya letra es la del expediente)  f) Carrión. F) Mazón.”

Así es mis queridos lectores. Al parecer, don Pablo Hoyos Bermúdez habría llegado a la villa de Hambato, a desempeñarse como amanuense en la escribanía de Mariano Nicolás de Lagos y Romero. Esto lo digo por cuanto los antecedentes escribientes de esta notaría no redactan de esta manera. El trámite que se sigue como petición para que se le asignen mitayos a las haciendas de Pondoa y Palama, retrocede a  1778, es decir a 11 años atrás. Los escribanos son Joachín Baca de Ortega y Juan Antonio Balenzuela. El amanuense más visiblemente estable es un sr. Carrión.

Imaginémonos al indígena Esteban de la Cruz, que tiene apellido en castellano, utilizando esa concordancia totalmente extraña para nosotros hasta la actualidad. ¿Qué refleja esto? Pues muchos datos que van desde lo lingüístico hasta la evidencia de haberlo hecho asumir el texto como si en realidad lo hubiese dicho el indígena, redactado con la trampa de “Pablo Hoyos y Bermudes”, el amanuense, cuya letra lo delata ser el autor del libelo.

Para el ámbito de la literatura, este en un buen ejemplo de lo que se llama el “narrador omnisciente”, que no es el narrador de la historia, pero que conoce hasta los pensamientos de todos los personajes. Creer que se puede conocer supuestamente hasta lo que puede pensar el otro, llevado al plano jurídico, constituye uno de los peores peligros, no solo para los ingenuos, sino mucho peor, para quienes desconocen la lengua de sus dominadores, y lo perverso de un accionar acorde a los intereses de quienes manipulan el poder.

En otros trámites, dentro de la misma experiencia de la vida colonial, siempre han puesto un traductor, por lo menos de parapeto. Los “indios ladinos o indios lenguas”, han fungido de intermediarios. También han operado hispanos que evidencian haber aprendido la lengua de los sometidos; pero en el presente caso, bien podemos decir que las autoridades de Ambato, de finales del siglo XVIII, constituyen una panda de corruptos que actuaron a favor de los intereses de los vinculados a la extorsión. No de otro modo actúa en este trámite: “Así lo proveyó y firmó don Ventura López de la Huerta, Justicia Mayor por ausencia del señor Teniente General de Hambato en 30 días del mes de Abril de 1778”.

Recordemos un tanto lo que significaba “hacer mita”, y ser un indio mitayo. Cuando un patrón compraba una hacienda, lo hacía con cierto número de mitayos que debían laborar sin salario en dichas haciendas. El caso es que uno cree que trabajando desde los 20 años hasta los 50 ya terminaba este concertaje. El presente  trámite da testimonio de que los indios eran renovables y seleccionables entre los más aptos. Además no se podían ni cambiarlos a otras haciendas, ni venderlos. Al estar contenida esta petición en el trámite, se evidencia que hubo este comercio entre los hacendados. A cambio, a los mitayos  se les asignaba tierras de comunidad, que en la realidad a muchos no los cumplieron.

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