UN KALIMÁN AUTÓCTONO / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Unos cuantos años hace, cuando la televisión apenas si era una ilusión que no terminaba de llegar al país, unos aparatos receptores, llenos de bulbos y transistores, apoyados por reguladores de voltaje, fueron nuestra conexión con el mundo exterior, cuando sobrecogidos escuchábamos las narraciones y voces de los actores de radionovelas que nos hacían vibrar de emoción.

Capítulo a capítulo, nos dejaban con un suspiro en los labios y con el vivo interés de saber lo que vendría y pasaría después con el desconocido héroe: Kalimán, cuya historia de vida nos fue tan cercana a través de esas ondas radiales. 

Personaje que provenía de una civilización perdida, heredero del reino de Agartha (algo parecido a la Atlántida), formado en el Tíbet, amante de la justicia, defensor de la vida e incansable adversario de ladrones, un luchador contra narcotraficantes, vampiros y hasta extraterrestres. Una suerte de mixtura entre Batman y el Dr. Strange (sin el dinero y sin el ojo). Eso sí, con gran preparación física y mental y pleno de un idealismo por la equidad, el derecho y la verdad.

“Quien domina la mente, domina todo” era la frase que usaba en distintas circunstancias; para explicar, reforzar, inculcar e introducir en la conveniente reflexión al pequeño Solín, un niño egipcio, descendiente de faraones, quien fuera su fiel amigo e inagotable acompañante de aventuras. 

Salvando distancias y a despecho del grato recuerdo, algunos acontecimientos sucedidos en últimos meses, parecerían dirigidos e interesados en generar una nueva historia, propia, afincada en condiciones de privilegio educativo que, vía “cuotas” de facilitación y acceso a ciertas carreras, causan malestar en estudiantes y dejan por fuera, el tan ansiado, cacareado y recurrido criterio de capacidad y mérito.

Algo más. Escarbando en las letras diminutas de algunos acuerdos, el tema educativo fue muy fácil de abordar y  trasladar -sin mayor resistencia- la responsabilidad a instancias de una minoría étnica que, sin duda, hará valer “su conquista”, porque significa una evidente respuesta gubernativa a sus reclamos, entregada y con creces en las mesas de diálogo.

Ahora si, pensando con ligereza, esas acciones responden a una planificación y no dejan de inquietar, menos aún, si objetiva y sinceramente se encaminan -en corto plazo- a la construcción colectiva de un “hombre increíble”, que surja del reino del rencor, del fanatismo y la conspiración, para enarbolarlo desde las primeras letras y consolidar, un ente mesiánico que se proyecte al poder, para que desde allí, consume la sed de venganza de su irremediable convicción comunista-mariateguista.

¡Qué nos espera! Parecería ser la frase a esgrimir, frente a la suposición de dominación global que bien podría llegar a acontecer. 

Ubicados, entre la lógica consecuencia del reconocimiento y pertenencia de unos; y, la desapropiación y pobreza de otros, preocupa, además de lo dicho, la forma en que se podría estar imaginando y concretando el Kalimán autóctono. Al más puro estilo de colcha con parches de colores, impulsando la idea desde las aulas escolares, generando el nombre e hilvanando la leyenda y el nuevo mito a contar. 

Desde la atenta mirada del infante que descubre las letras y entona los himnos; y aunque todos los demás se percaten de la intención, no se inmutarán. 

Probablemente aplaudan, en su momento, la facilitación de los instrumentos y la entrega de gran parte del sistema educativo a un grupo que asocia la nostalgia y la ira retenidas.

Y será tarde.  Las reacciones tardías son solamente eso: opiniones inoportunas y perezosas, que se arriman a un rincón por extemporaneidad.

!Que los sentimientos no agoten el tintero!

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