Un grave defecto moral y cultural / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

En el largo desfile, desde Juan José Flores, pasando por conspiraciones revolucionarias, traiciones mutuas, dictaduras militares, triunviratos, interinazgos, coroneles sublevados, dictadores bonapartistas casi eternos, generales revelados que hicieron llorar a presidentes, expresidentes dados a la fuga, populismos autoritarios saqueadores, “locos que aman”, “locos que odian”, politiqueros que públicamente recomiendan que, si roban, que roben bien, que justifiquen bien, politiqueros que, como garrapatas se obsesionan del “puestito” en el cual desfalcan las arcas fiscales. Sumemos a ello el sainete circense que medios de comunicación y redes sociales disfrutan morbosamente difundiendo y buscando “vender” su sintonía o un “like”, provocan solo náusea y rabia en el televidente que impotente es testigo de la burla de jueces emitiendo indignantes sentencias y vergonzosas condenas.

Pese a que la creencia habitual es que no han servido y que el que vendrá tampoco servirá para nada, inconscientemente buscamos un salvador que a nombre del pueblo termina siendo un aprendiz de tirano. ¿Será como siempre ha sido, extraviando a la memoria a la vuelta de la esquina, vendrán los que se habían ido y se irán los que han estado?

Desde Aristóteles se ha señalado que la democracia puede degenerar en demagogia y de ahí en tiranía, perplejo veo las antiguas estampas humorísticas de Evaristo, de una vigencia curiosamente intacta, haciéndome sospechar que el problema no está en quienes protagonizan las permanentes noticias de corrupción y más farsas que escuchamos y vemos desde que nacemos hasta que morimos, sino que el problema está en nosotros como pueblo, en nuestra idiosincrasia Somos, en general, inteligentes, innovadores, arriesgados, decididos, pero desgraciadamente tenemos que reconocer que nuestro distintivo es la “viveza criolla”, un grave defecto moral y cultural. ¡Si dejásemos de confundir la astucia (el buen uso de la inteligencia rápida) con la viveza (el arte del engaño)!  Ya desde niño escuchaba, como si fuesen máximas de vida: «el vivo vive del tonto, y el tonto de su trabajo» «Total, si no robo yo, robará otro» «Hecha la ley, hecha la trampa» “nada funciona sin aceite” “no soy pendejo para hacer fila” y más. La ley del menor esfuerzo, ignorando normas, sentidos de responsabilidad y la consideración por los demás. Entramos a un baño cualquiera y nos llevamos el rollo de papel higiénico. El basurero está a pocos pasos de nosotros, pero arrojamos la basura en la calle y luego reclamamos por las alcantarillas tapadas. Las empresas públicas y privadas son nuestras papelerías o despensas particulares para llevarnos a casa todos lo que podamos para nuestro provecho. Nos sentimos triunfadores usurpando el wifi del vecino, hackeando cuentas y contraseñas pirateando señales de TV satelital. Querer hacerse rico de la noche a la mañana es una “virtud” más apreciada que formar una familia a largo plazo basada en valores y respeto a sus semejantes.      Continuará…(O)

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