Tiempos de FE

de niños siempre nos hablaron de la Fe; permanentemente nos alentaron a tener Fe en cualquier evento y circunstancia. Y en Navidad, esa invitación se vuelve aún más cercana, porque esta época nos recuerda que lo mejor puede nacer en lo pequeño, en lo sencillo, en lo que todavía no se ve. Sin embargo, aunque nos incitaron a tener Fe, pocas veces nos explicaron cómo tener Fe.
En términos generales, la Fe es la certeza de lo que se espera: la convicción de lo que no se ve; la esperanza de un mañana mejor. Y eso es, precisamente, lo que simboliza la Navidad: la confianza en que la luz puede abrirse paso incluso en medio de la noche, y que un nuevo comienzo es posible. Cuando nos esforzamos por alcanzar un sueño, estamos ejerciendo la Fe, porque depositamos nuestra esperanza en algo que aún no vemos. Por eso, en la vivencia religiosa, tener Fe es creer lo que Dios dice, aunque todavía no lo veamos.
Ciertamente, la Fe se ha convertido en la medicina de muchos. En Navidad, esa medicina se expresa como consuelo, reconciliación, paz y valentía para volver a intentar. Es la convicción que sostenemos frente a cualquier acontecimiento; una fuerza interior que da vida a nuestro pensamiento, fortalece el corazón y nos comunica con el Ser eterno.
A menudo escuchamos: “Tenga Fe en usted mismo”. Y es verdad, si consideramos que cada persona se forja a sí misma en virtud de los pensamientos que escoge y estimula. En esta época, cuando hacemos balances y nos proponemos nuevos caminos, enfocar la fuerza de nuestros pensamientos hacia un propósito claro es un acto de Fe. No se trata solo de desear; se trata de creer, actuar y perseverar, aun cuando el resultado todavía no aparezca.
Estimados lectores, la Fe es un estado mental que puede inducirse o estimularse mediante la autosugestión. ¿Pero qué es la autosugestión? En términos sencillos, es la insinuación que uno mismo se hace a través de los pensamientos dominantes que permite que permanezcan en su mente. He aquí la importancia de cultivar pensamientos positivos antes que negativos, especialmente en Navidad, cuando el entorno invita a renovar la esperanza, perdonar y agradecer.
Los seres humanos llegamos a creer aquello que se repite en nuestra mente. Cualquier afirmación, sea falsa o verdadera, con el tiempo puede aceptarse como cierta. Por tanto, es necesario enfocar la fuerza de nuestros pensamientos hacia el objetivo que tenemos. Hagamos de ese objetivo nuestra tarea suprema, y dediquémonos a conseguirlo evitando que la mente divague en caprichos, envidias o fantasías vacías. Eso es tener Fe: mostrar dominio de nosotros mismos y sostener el rumbo, como quien mantiene encendida una vela en medio del viento.
En ocasiones, nuestras circunstancias no son de nuestro agrado. Pero no cambiarán si continuamos alimentando los mismos pensamientos negativos, si no concebimos un ideal y luchamos por alcanzarlo. La Navidad nos enseña que la transformación empieza dentro: con una decisión, con una palabra oportuna, con un paso pequeño y constante.
Entonces, la seguridad que tienes en ti mismo —y la confianza en Dios según tu creencia— es clave para construir tus sueños. Aunque los demás no lo crean, eso no importa si sigues tu propio convencimiento y trabajas con disciplina y esperanza. Podrás alcanzar tus sueños. ¡Lo harás!. Y quizá la Navidad sea el momento perfecto para iniciar: con Fe, con propósito y con un corazón dispuesto a volver a creer. (O)
