Sobre los amoríos de Sucre. 1821 / Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión

 “Cuando Sucre arriba a Guayaquil en 1821, apenas cuenta 26 años de edad. Tiene genio alegre y confiado, y el corazón fogoso. Baila, ama y engendra”. Vamos a tener una lectura diversa al imaginario de un Mariscal tenido por un angelito entre la soldadesca de los independizadores. Bolívar lleva “descrédito” de “mujeriego empedernido”, con 58 amantes conocidas . Pero sin ocuparnos de los demás, y metiéndonos en la vida ajena y personal; alejándonos de la preocupación política, algunos autores han indagado secretos, como quien lo hace  fisgoneando por las aberturas de las cerraduras de las puertas desvencijadas de la historia.

De Sucre se desconocen muchas aventuras, y nuestro autor relata: “Sucre las tuvo tan a menudo como todo peregrino por tierras lejanas y ciudades populosas, máxime si este peregrino es además militar triunfador y glorioso, y por tanto, dueño y señor de corazones”. ¿Sería que a Bolívar le toleraban porque era el Júpiter de la guerra? Pero Él también sabía que su ejército estaba conformado de Cupidos dispuestos a dar mérito a las vestales. “Puede decirse que en Guayaquil, Sucre causó intensas y generales conmociones sentimentales. Y en Chuquisaca su influjo sobre los corazones femeninos no fue menos imperioso”. Y como  estoy revisando este libro de 255 páginas  editado en Caracas, nada menos que por la Imprenta Nacional, en 1955, escrito por don Ángel Crisanti, un académico de la historia, entiendo que estamos hablando en serio.

Todo se remite a cartas que se han intercambiado con soldados y con familiares, a más de las “oficiales”. En una de estas notas, el Coronel Ambrosio de la Plaza (muerto en Carabobo) decía a Sucre sobre una fiesta que se dio en Cúcuta con la concurrencia de unas 50 mujeres, que “en toda mi vida no he visto tantas feas juntas… no había ni una que supiera bailar”. Todo lo contrario fue la experiencia en Guayaquil.

Sucre llega por el mar Pacífico a La Perla del Pacífico: El Ayuntamiento le prepara un suntuoso baile, las más notables familias han sido invitadas: “Familias Rocafuerte, Gorrochátegui, Roldán, Icaza, Tola, Garaicoa, Haro, Merino, Camba, Llaguno, Lavayen, Luzcando, Aguirre, Casilari, Carbo, Elizalde…¿Y la familia Gainza no ha sido invitada? Es imperdonable esta falta de lesa hermosura ante la sin par doña Pepita Gainza, critica un admirador”. Según comentan, no lo han hecho porque  son godos y realistas, y como tales, intransigentes. Ante estas exclamaciones de anécdotas de culebrones, el propio Sucre exclama que irá en su búsqueda, y se presentan ante la casa que es una fortaleza de la familia realista. La esbelta muchachita apenas ha cumplido 16 abriles deslumbra con su belleza una vez que se incorpora al festejo. Como pueden leer en mi novela Nido de Rifles, las señoritas se engalanaban con lazos y crespones para sus cabellos con las banderitas de Colombia y de Guayaquil. Iguales  banderas eran sus abanicos.

Después de  los vinos se relata que los bailes se ponían más apretados, y en esas, a la Pepita que por razones de familia no llevaba las banderitas, se le ha enganchado un botón del Mariscal a los encajes y rosas de su corpiño. Como el botón de un héroe había rodado al suelo, él mismo se apresura a recogerlo y aprovecha para decirle mientras se lo entrega: “Mis glorias le pertenecen”. Y ella ruborizada le contesta: “Encantada, me haré digna de merecerla”. Pero otra historia es la referente a la hija que tuvo Sucre con la guayaquileña Tomasa Bravo, a quien pusieron el nombre de Simona en honor al Liertador.

Pero con este antecedente, y dejando un tanto de lado la vida de cada quién, pensemos en la circunstancia del padre y la familia de los Gainza. Doña Pepita era hija del aristócrata don “Gabino Gainza y Fernández Medrano, Caballero de Justicia de la Orden de San Juan, Brigadier de  los reales ejércitos y Capitán General de Guatemala; y de doña María Manuela Gregoria de Rocafuerte y Rodríguez de Bejarano, hermana de don Vicente Rocafuerte. ¿La sobrina de Rocafuerte, hija de su cuñado realista bailando y bebiendo con los “enemigos” independizadores? ¡Vaya vaya! ¿Qué guerra es esta? ¡Viva Guayaquil independiente!

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