Sincronía del destino / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Inicio de año, razón para saborear consciente y cuidadosamente, con calma, la amplitud de la vida, cada momento vivido, teniendo una intención clara y una visión entusiasta para el camino que está allí, delante de nosotros. Aunque estemos en el segundo año histórico de esta pandemia que nos llena de incertidumbres, será necesario reflexionar cuidadosamente sobre el año pasado y contemplar atentamente nuestras intenciones, visiones y metas para el tiempo venidero. Acto cada vez más necesario de lo que nunca ha sido antes, teniendo en cuenta estos tiempos de cambio que estamos viviendo. 

Que nuestro viaje por la vida sea de crear conscientemente un camino entrelazado con el buen azar del universo y su intencionalidad que nos ayuda a crear un camino para nosotros, y que, probablemente, se nos otorgará. Sin dejarnos invadir del miedo a la Covid19 sino tengámosle respeto y cuidado. Recordemos que el universo responde a las acciones y las vibraciones que ponemos adelante poniendo una señal con buena fe, de un camino flexible a percibir las oportunidades y dar buena lectura a las buenas cosas que encontramos sin necesidad de buscar.

Poner énfasis en lo que estamos seguros de lo que queremos, aunque no siempre estará claro cómo conseguirlo. Estar bien con nosotros mismos y decir: “Yo creo con buenas y claras intenciones…” y veremos que ese deseo se predispone a la acción ya que ambos estarán en completa consonancia; el «cómo» se hará, por sí mismo, conocer en el camino, ya que como reza el pensamiento oriental: “Todo lo que somos es el resultado de lo que pensamos. En lo que pensamos nos convertimos. Ya que todo lo que hemos creado a nuestro alrededor se crea primero en nuestra mente, es la herramienta entre nuestro yo y el mundo material”.

Somos capaces si pensamos que somos capaces, es decir que lo que pensamos nos traerá fuente de felicidad o infelicidad. Si utilizamos correctamente nuestros pensamientos, de una manera constructiva y orientada, tomando las riendas de nuestro cerebro mediante nuestra mente discerniente, evitaremos que la tendencia del cerebro emocional “domesticado” por nuestro entorno malsano, tienda a perennizarnos en los sufrimientos pasados que no han sido sino enseñanzas para seguir adelante. Renunciemos a ser los especialistas en el gran arte de amargarnos la vida, a casi “disfrutar” con la victimización, la culpa, el miedo, mal usando nuestra imaginación y nuestra suposición hacia la negatividad y la impotencia.

Nuestra obligación y derecho es brindar felicidad a los nuestros, ya que ésta no se desgasta si la distribuimos a nuestros semejantes, dejar de tener una mentalidad de escases y desgracia ya que nuestros comentarios redundantes de crisis y tragedia serán transmitidos nuestro entorno sin percatarnos de aquello. La sensación de paz y bienestar se origina desde nuestro interior, desistamos de buscarla afuera nuestro.

Para los que han “perdido” físicamente un ser querido con la llegada de la muerte, que es parte de la vida, recuerden que, si rezamos frecuentemente el Padre Nuestro, no lo hagamos sin sentir ni acatar el designio divino en la parte que dice: “Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo”. No es nada más que la sincronía de nuestro destino. (O)

Medicina integrativa oriental

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