SERIE LOS VALORES HUMANOS: LA CONVICCIÓN / Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión

Cuando existe una verdadera convicción sobre la importancia de los valores humanos en nuestra vida, ésta se orientará siempre en forma adecuada dado que toda acción, sentimiento o pensamiento llevará en sí estos elementos que otorgan sentido a lo que hacemos, sentimos y pensamos.

Lo dicho anteriormente se debe a que la convicción es una virtud propia de la inteligencia, la cual se expresa a través de múltiples valores morales y por ello, es una cualidad que denota fuerza mental, ya que quien posee convicciones profundas, hace de su vida un conjunto coherente y muy grata.

Al contrario, cuando existe discrepancias entre nuestros pensamientos, emociones y acciones, inevitablemente somos arrastrados hacia diferentes niveles de infelicidad.

En el Kybalión, una de las obras más importantes de la sabiduría antigua, se lee “el Universo es mental”, lo cual significa que éste ha sido concebido sobre la base de ideas modelo o arquetípicas, que se van reflejando con mayor o menor precisión –dependiendo de cada persona– en sus propias ideas.

Esas ideas a su vez se reflejan en sus sentimientos, tanto como en la manera en que utilizamos la energía, así como en la disponibilidad y salud de nuestro organismo. De este modo, en líneas generales, una mente con convicciones proporciona sentimientos duraderos, energía estable y cuerpo saludable.

Por otra parte, si nos referimos al origen etimológico de las palabras encontramos una curiosa relación entre la convicción y disciplina, por ello cuanto mayor sea el orden y la perseverancia que ejercitamos en todos los ámbitos, en mayor grado se manifiestan nuestras convicciones.

No es lo mismo, las convicciones que el convencimiento, pues la primera es interna y profunda en tanto que la segunda algo que nos llega de afuera. Podemos convencer a una persona para que piense o actúe de cierta manera, pero jamás podremos entrar en sus propias convicciones.

El convencernos de algo es posible pero siempre será pasajero, porque está relacionado con lo que creo en ese momento, en tanto que, si tenemos una real convicción sobre algo, actuaremos siempre en ese sentido independientemente de lo que los demás piensen o crean.

De ahí que es muy importante ser una persona de fuertes convicciones y no sólo alguien con creencias, pues nuestras convicciones nos definen y nos otorgan identidad. De ahí que habremos de procurar ser siempre auténticos y mantenernos fieles a nosotros mismos sin dejarnos convencer sin más ni más.

Es saber reconocer, honrar y aceptar nuestras cualidades y trabajar permanentemente en vencer los propios defectos, teniendo claro hacia dónde dirigir la mirada y actuando siempre con el corazón.

De hecho, la madurez de una persona está dada por la fidelidad a sus convicciones, mismas que han sido forjadas a lo largo del tiempo.

En su conjunto constituyen la base para la toma de cualquier decisión, y las buenas decisiones requieren de convicciones firmes, conformándose en una suerte de termómetro de nuestra conducta, reflejo de las decisiones que tomamos.

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