Serie Leonardo Da Vinci: un genio del renacimiento/ Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión

Históricamente se sabe que Leonardo di ser Piero da Vinci (LDV) nació en la ciudad de Vinci – Italia el 15 de abril de 1452 y falleció en Amboise el 2 de mayo de 1519.

Descendiente de una rica familia de nobles italianos, fue hijo ilegítimo de messer Piero Fruosino di Antonio (notario, canciller y embajador de la República de Florencia) y de Caterina di Meo Lippi, una joven de familia campesina,​ de quien se ha sospechado que pudiera ser una esclava de Oriente Medio.

El problema fue que su padre Piero ya estaba prometido en matrimonio y por ello Leonardo fue entregado al abuelo paterno, Antonio da Vinci y su abuela paterna, Lucia di ser Piero di Zoso, fue probablemente la persona que lo inició en las artes.

Más tarde el joven Leonardo se convirtió en un amante de la naturaleza, a la cual observaba con gran curiosidad. Dibujaba caricaturas y practicaba la escritura especular en dialecto toscano.

Existe una anécdota de Giorgio Vasari, biógrafo del siglo XVI de los pintores del Renacimiento, que relata que un día, Lucia di ser Piero tomó algunos de sus dibujos y se los mostró a su amigo Andrea del Verrocchio y, le pidió insistentemente que le dijera si Leonardo se podría dedicar al arte del dibujo y si podría conseguir algo en esta materia.

Verrocchio se sorprendió mucho de los extraordinarios dones de su nieto y recomendó que le dejaran escoger este oficio y empezar a trabajar en su taller. Leonardo no se hizo rogar y, no contento con ejercer este oficio, realizó todo lo relacionado con el arte del dibujo.

Fue así como, a partir de 1469, Leonardo entró como aprendiz a uno de los talleres de arte más prestigiosos bajo Andrea del Verrocchio, a quien debe parte de su excelente formación multidisciplinaria.

Fue lo que se denomina un “polímata”, pues era artista, músico, inventor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero y pintor. Por ello se lo ha considerado como uno de los grandes genios de todos los tiempos.

Es reconocido no sólo por sus extraordinarias obras de pintura como, La Anunciación (1472), La Virgen de las rocas (1483), La Última Cena (1498) y la emblemática La Gioconda o Mona Lisa (1503); sino por el contenido de sus cuadernos y libros que se encuentran llenos de diagramas, dibujos, notas personales y comentarios, que denotan la visión única de este genio en su contemplación de la naturaleza.

Su capacidad de observación rigurosa, le aportarían muchos de los hallazgos e inventos que dejó registrados en sus cuadernos, de los cuales hasta el momento se han catalogado unas 7.000 páginas de las obras y anotaciones, pero todavía faltan unas 14.000 y por tanto mucho por descubrir.

Dichos cuadernos contienen miles de dibujos y gráficos acompañados de textos deliberadamente encriptados, pues varios fragmentos están escritos de derecha a izquierda, de modo que hay que leerlos con un espejo. (O)

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