Séptimo Año / Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión


La pandemia de covid-19 se está convirtiendo en la emergencia sanitaria más importante de la historia; no es la primera y tampoco será la última, ni siquiera la más aterradora, probablemente al terminar no llegará a los cerca de 21 millones de fallecidos que dejó la gripe española de 1918. Sin embargo, la rapidez de su expansión y muchos otros aspectos traen angustia y han acaparado totalmente nuestra atención.

En el inicio de la crisis sanitaria, muy pocos recordaron que el 13 de marzo se cumplieron siete años de la elección del papa Francisco. Esta fecha será recordada como el día en que fue nombrado el primer Papa latinoamericano. A las 19h00 aproximadamente empezó a salir humo blanco de la chimenea de la Capilla Sixtina y pocos minutos después repicaron las campanas. Estas dos señales significaban que los cardenales electores habían realizado una votación con el resultado favorable de dos tercios necesaria para elegir al nuevo sumo pontífice.

El Papa asumió la dirección de la Iglesia en medio de escándalos y tras la histórica renuncia de Benedicto XVI. Con rapidez, empezó a ejercer influencia dentro de la geopolítica mundial, al orientar su agenda hacia el cuidado de la ecología y la atención a los migrantes. Como es costumbre, los gobernantes de todos los países querían estar cerca de él, incluso quienes no son católicos le mostraron su simpatía.

En su séptimo año de Pontificado, el Papa deberá culminar la reforma de la Curia romana. Tras cinco años de trabajo del Consejo de cardenales que le ayuda en el gobierno de la Santa Sede, está previsto que publique próximamente la nueva constitución apostólica que sustituirá al texto legislativo, Pastor Bonus, promulgado en 1988. El proyecto, bajo el nombre Praedicate Evangelium (Predicad el Evangelio), está en su fase de revisión final. Los principales ejes de la nueva carta magna de la Santa Sede son la descentralización de la Curia Romana, a través de la implicación de los laicos, no solo como agentes pastorales, sino también como responsables en puestos claves de la jerarquía de la Iglesia.

Después de tres meses de confinamiento el Vaticano se declaró libre de coronavirus, el 7 de junio permitió el acceso de visitantes a la plaza de San Pedro y el Papa paulatinamente retoma su agenda. De paso, vale agradecer por los respiradores que envió como donación al Ecuador para continuar en la lucha contra el covid-19. (O)

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