República federal/ Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión


Jaime Nebot, alejado de la opinión pública durante el paro indígena, reapareció esta semana, apoyando el federalismo, como un instrumento que solucionaría los problemas estructurales de su ciudad y del país.

La iniciativa del exalcalde de Guayaquil, no es original de su autoría, pero sí resulta menos radical, a diferencia de propuestas totalmente separatistas, cuya intención es proclamar la república independiente de Guayaquil.

Las raíces del federalismo son muy antiguas, sin embargo, en su forma moderna, nació a partir de la Constitución de Estados Unidos, de 1789. Según M. Frenkel, en 1986, se podía contar hasta 20 países federados, ocupando el 51% de la superficie mundial y en el 2003, de acuerdo a Ronald Watts, existían por los menos 24 países federales, con dos mil millones de habitantes, es decir, el 40% de la población mundial de esa época. En la actualidad este sistema de organización territorial y política está presente en varios países, pequeños y grandes: México, Canadá, Estados Unidos, Brasil, Argentina, Suiza, Alemania, Austria, Rusia, España, Nigeria, Etiopía, Sudáfrica,…

La federalización es un proceso transformador que provoca un profundo desplazamiento de la autoridad dentro del sistema de gobierno, con una configuración de estructuras compuestas, que presentan un margen muy amplio para la existencia de entidades sub-estatales autónomas.  Este es, precisamente, el sueño de los impulsores del federalismo en el Puerto Principal: vivir dentro una estructura social que favorezca la administración independiente de los recursos locales.

El ideal de autonomía, está presente desde 1820, cuando Guayaquil concretó su separación del régimen colonial. Inmediatamente, los patriotas, encabezados por José Joaquín de Olmedo, organizaron una Junta de Gobierno y con ella una constitución provisional en la que se declaraba «entera libertad para unirse a la grande asociación que le convenga de las que se han de formar en la América del Sur”.

Al final, el proyecto no prosperó, pero se ha mantenido latente en el ideario de los guayaquileños y vuelve al escenario público a causa de la paralización indígena que mantuvo en ascuas al país durante 18 días.

El Ecuador, requiere indudablemente reformas profundas. Aunque el federalismo, por sí sólo no es una solución a todos los problemas nacionales, no deja de ser una aspiración que merece un análisis profundo y no el rechazo total sin antes conocer las ventajas y desventajas que acarrearía su implementación. El debate recién inicia.

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