¿Quiénes son los culpables? / Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Hoy por hoy, el tiempo es cada vez más frenético, la situación económica familiar de la mayoría es cada vez más desigual y limitada, la vida de los jóvenes ya no es el mundo de los juegos inofensivos, sino es una jungla virtual dentro de una montaña rusa emocional, perdiendo gran parte de su sentido de sí mismos, son vulnerablemente amenazados y por lo tanto viven en un estado de miedo, de carencia, de inconformidad y pérdida de identidad. Aunque no es moda, el sentido de amor al prójimo y de comunidad ya pasó, los índices de maldad y violencia han crecido exponencialmente. El cerebro humano ha evolucionado en la capacidad de experimentar estados emocionales y percibir sensaciones. Placer, euforia, pena, depresión, miedo, ansiedad, rabia, agresividad, hostilidad, despiertan respuestas autonómicas y hormonales que ponen sobre alerta a la corteza cerebral siendo el factor genético y el medio familiar con sus múltiples conflictos, el primer elemento en la desviación durante los primeros años de vida. Si a este factor le sumamos la inmisericorde destrucción social, cultural y de principios que lo han provocado salvajemente, en estas últimas décadas, los politiqueros de turno con su tramposo discurso, multiplicando pobreza y caos, permitiendo que la criminalidad impere y se instaure el narco instituciones en gran parte de Latinoamérica.

El joven, obviamente, motivado por su pobreza y su indefensión, pasa a ser dominado por el cerebro emocional con un comportamiento antisocial violento junto a la incapacidad de reprimir su impulsividad e indiferencia ante un acto cometido y con ausencia de sentimiento de culpa.

La música suele definirse como arte para el oído, como lenguaje del corazón, como sentimiento, como juego sonoro o como ciencia compositiva. Transporta experiencias espirituales, ideas literarias, religiosas, filosóficas, sociales y políticas. Transmite significados que deben descodificarse. Existen obras que contienen mensajes públicos y que deben entenderse como llamada a la humanidad. Por ejemplo, el arte comprometido de Beethoven, los temas centrales del anillo del nibelungo y de la sinfonía de los mil, la idea wagneriana de una religión artística, y así evidenciando la relación entre música y poesía y las concepciones músico-literarias de los compositores. Pero, el desfogue de frustración, rebeldía y quemeimportismo social lo evidencian a través de lo grotesco, lo bajo, lo sucio, lo estridente, lo sociopático y sin valor que intentan reemplazar a la magia, la fascinación y el encantamiento de la poesía estructurada so pretexto de que tiene un ritmo contagioso.

La progresiva degeneración de la especie humana se percibe claramente cada vez. El adolescente se convierte en adulto joven lleno de frustración y con una mala educación, lleno de rebeldía, incorporándose así a una sociedad injusta, insegura, sin oportunidades y groseramente corrupta como nunca antes.

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