¡QUÉ PAÍS EL NUESTRO! / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

La sonorización del eco cuando la palabra se escribe, tiene la virtud de tintinear y resaltar el silencio político, al poner sobre el tapete la verdad que se camufla entre las letras verbalizadas de la sugerencia, la intención y la razón. 

Nuestra democracia, inmersa en el lavadero aurífero de la nada. 

Expuesta al cambio climático de la tozudez y sometida al clímax de la “justificación parcial mínima” alude a un desajuste de registro sometido a verificación y conteo. 

Supone, que aportará una nueva imagen y resultados electorales rectificados, aunque en realidad, no abonarán para que se confirme -lo que en pasillos se murmura- respecto de un posible fraude electoral.

Suena a un artilugio temporal y circunstancial para descerebrar la duda y confirmar la bruma que permanece en la mente de los ecuatorianos. 

Absortos, no saben si sumarse o no, al carro del triunfo.  Éxito que, sin superar la media constante de su apoyo real, vale decir -el rango de entre 20 y 35% de respaldos- se pavonea ganador como si tuviera a favor el total de los votos válidos.

Es que la memoria es frágil a la hora de estrenar la matemática electoral y se deja llevar por el triunfalismo absorbente que nada lo detiene, ni tan siquiera su propia realidad. Entonces vale preguntar: ¿Qué pasa con ese 65% y algo más, restante?… ¿Existe? … Es capaz de mostrarse o se ha mimetizado al punto de dejar de vivir, democráticamente hablando.

El dilema del software, no es justificación propicia para echar tierra al asunto y aguardar el detalle de cumplimiento democrático en la mirada externa del acompañamiento electoral. Mucho menos ahora que autoridades del propio CNE denuncian el cometimiento de un delito electoral grave, como es el fraude.

Pero, ¡qué sucede casa adentro! 

Si alguien reclama y denuncia la posibilidad de un fraude… ¿nadie se despeina?

¡Es que en realidad no pasa nada o es que no se quiere que pase algo!

Cuando el avispero revolotea, el murmullo sale del agujero. El ruido asusta a los congéneres y de una, intentan las de “villa diego” poniendo los pies en polvorosa.

Se reconoce una dificultad y se restringe la realidad de la potencial afectación democrática, apenas si a un lunar minúsculo, nada impactante, por el tamaño de la muestra, imaginando la paja en ojo ajeno. 

Pero cuando en propia pupila se incrusta una viga tan grande como un volcán a punto de erupcionar, la cosa es distinta. 

Y la clase política, sin abandonar el impacto de los resultados, se ha dado a la tarea de echar culpas a otro, quizás al menos indicado o al más afectado. 

Mirando con sorna y desprecio, algunos movimientos y partidos se anticipan a retirar sus barbas del remojo, mientras gesticulan rabietas y marcan distancias. 

Imposible para esas miradas intentar un revisionismo y menos, apurar un diálogo, o llegar a un acuerdo que posibilite mejores días. 

Es una pena que las reales posibilidades de un cambio estructurado y consistente, fueran superadas por la expectativa. 

Aniquiladas antes de nacer.

Abortadas a medio camino por falta de acompañamiento y control, de suerte que no pasan de ser otro “registro fallido”. 

Después del temporal la calma reinará e impávidos aguardaremos el golpe final: El “aderezo” consustancial del andamiaje que se relame, imaginando la acción que entre manos acarician “los de la escaramuza decenal” a vista y paciencia de propios y extraños.

El utilitarismo es evidente. 

< Sólo converso con quien puede apoyarme y sostenerme > 

Es decir -juntarse- para construir algo, resulta imposible y despreciado. 

Un centro de datos paralelo, es la gota que derrama el vaso.

¡Qué país el nuestro! 

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