Pingüinos / Esteban Torres Cobo

Columnistas, Opinión

Tengo una recurrente obsesión por los documentales que retratan la vida animal. De los animales-animales, por supuesto, no de los animales humanos que a veces nos hartan. Siempre me parecieron interesantes, educativos y sumamente entretenidos.

La tecnología, las supercámaras y los drones han mejorado esos productos visuales y la experiencia de verlos constituye un privilegio que no debería ser pasado por alto. Además, la narración de perfecta del nonagenario David Attenborough en la mayoría de ellos corona la experiencia hasta volverla sublime.

La serie “Dinastías” de la BBC narra la vida de los pingüinos emperadores en la Antártica que, cada año, cumplen el ritual de apareamiento, cría y sobrevivencia en uno de los peores climas que se puede imaginar. Pero la historia no es apta para cardíacos o citadinos susceptibles a imágenes fuertes. Es real, cruda y, básicamente, animal.

Detrás de los adorables pingüinos emperadores se dan historias de muerte, congelamiento, abandono de bebés, robo de bebés, soledad, desesperación y suicidio. Un verdadero manjar para disfrutarlo lejos de los defensores de los animales que, seguramente, no irán hasta esos parajes a menos de cincuenta grados bajo cero a intentar corregir las salvajes conductas animales.

En uno de los episodios más crueles, una hembra pingüino roba un bebé a otra para ella hacerse cargo y cuidarlo, justo en el momento en el que el macho pingüino le entrega a su pareja el gran tesoro que cuidó durante tres meses sin que pudiera comer o moverse mucho. En otra, abandona a una cría para salvarse ellos luego de caerse en una grieta. Absolutamente recomendado.

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