Pedro León decorador del Mausoleo de Montalvo

Columnistas, Opinión

“Las artes decorativas en la capilla funeraria de Ambato

Este hermoso artículo de la pluma vibrante de César E. Arroyo  se publicó a raíz de la inauguración del Mausoleo de Montalvo, cuando todavía presentaba una decoración provisional. El mismo admirable cronista quedaría maravillado hoy, ante la hierática severidad del conjunto, obra maestra del refinamiento espiritual de Pedro León  el artista quiteño que supo dejar en ella mucho de su alma.

En este país en donde no se tiene sino una remota idea de las artes decorativas, nos ha causado asombro y verdadero placer estético el penetrar en la Capilla Funeraria, erigida en Ambato para que reposen definitivamente los restos de Montalvo. El edificio es pétreo y severo, de vastas y armónicas proporciones y de puro estilo clásico. Su arquitecto ha sido Jorge Mideros, apellido que mantiene muy en alto las artes plásticas en el Ecuador.

El dar alma, emoción y profundo sentido al interior de la capilla, ha sido encomendado, con pleno acierto, a uno de los más notables artistas ecuatorianos de la hora presente, a Pedro León, cuya inspiración y maestría, corren parejas con su ingénita modestia y su desdén por el reclame. El artista decorador se encontró que tenía que ambientar, en brevísimo espacio de tiempo, un vasto interior cuadrilátero, al que dos gruesas y altas columnas, separaban de un ancho vestíbulo.

Lo realizado por Pedro León en la Capilla Funeraria de Montalvo es tan sencillo como admirable. Tuvo que devolver a las columnas su color de piedra que había sido embadurnado, de manera inverecunda, con pintura. Dio un suave y delicioso color violeta a los ventanales y a toda la vidriería cenital. Colocó grandes cortinones negros con franjas doradas entre el vestíbulo y la sala. Cubrió los muros laterales de amplios paneles negros, decorados con finos y elegantes dibujos en oro. Frente a la puerta de la capilla que comunica con la Casa de Montalvo, colgó un magnífico lienzo con un gran escudo con los blasones, a todo color, de la ciudad de Ambato. Y sirviendo de fondo al túmulo armonioso de proporciones en que descansa el féretro, desarrolló un ancho panel horizontal, que es una verdadera maravilla de dibujo y de color.

En la parte superior abre sus amplias alas estilizadas el águila egipcia, símbolo de la inmortalidad. En el centro, entre nubes gloriosas, se ostenta un rojo globo que parece elevarse al soplo triunfal de los sones emitidos por trompetas tocadas por bocas invisibles. En este panel están armonizados, sabiamente, los grandes colores: oro, negro y rojo. Es un fondo soberbio, sobre el cual se destaca augusto y sacrosanto el féretro que guarda las cenizas del Cosmopolita, y que es de acero esmaltado en gris, sobre el cual las luces de los grandes lampadarios situados en los ángulos de la capilla, y de los reflectores colocados en las cornisas laterales, y que son rojos y verdes, juegan de una manera verdaderamente mágica, mezclando su luz con la luz violeta de los vitrales.

El túmulo que, repetimos, es perfecto de proporciones, sostiene al féretro en sentido horizontal a la puerta de entrada, con lo que la visión resulta más solemne y grandiosa, estaba, en los días centenarios, cubierto de una verdadera pirámide de flores, entre las cuales se destacaban las labores primorosas de ese inimitable  artista de las flores, que es don Canuto Silva.

Pedro León ha formado para el cuerpo de Montalvo, un verdadero lecho de luz. Luz pálida, luz espectral, luz eterna. Con los más sobrios recursos, con la técnica más moderna, con una visión acertadísima, ha formado un marco condigno para el sueño definitivo del ecuatoriano insuperable, sobre el cual se levanta como un fulgor ultraterreno, como la aurora boreal de ese polo del espíritu, el resplandor eterno del arte que inmortaliza y consagra. César E. Arroyo”. (O)

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