PATERNALISMO / Mauricio Calle Naranjo

Columnistas, Opinión

Una devastadora herencia que vive el Ecuador desde antes de la época colonial donde el pedir favores y depender de falsos caudillos era algo cotidiano, problema que no ha cambiado en la actualidad. La existencia de rígidas jerarquías sociales y la desigualdad de oportunidades enraizaron en la sociedad falsas creencias con las cuales justificaban que solo quien tiene una amistad en el poder, podrá aprovechar el amparo a fin de mejorar su estatus o conseguir un trabajo. Oswaldo Hurtado en su libro “Las costumbres de los ecuatorianos” señala que debido al enorme poder que ostentaron los hacendados y obrajeros, muy aparte de sus actividades económicas se añadían a su cargo las que correspondían a quienes representaban al grupo político conformado por la Audiencia de Quito. Razón por la cual se convirtieron en  la autoridad que resolvía los problemas y conflictos de los indios y mestizos, además, éstos estaban obligados al pago de un tributo a cambio de recibir protección del encomendero y ser instruidos en el cristianismo, en consecuencia necesitaban que sus amos les representaran y recomendaran antes las autoridades.

Es doloroso admitir que en el siglo XXI, Ecuador poco ha mejorado su entorno desde la colonia. Sin embargo existe el nuevo discurso de la meritocracia en los campos laboral, educativo, de gobierno entre otros, no obstante es un título rimbombante que socapa la negra realidad en donde la cultura ecuatoriana practica el paradigma heredado del paternalismo o en la jerga popular el denominado padrinazgo.

He aquí un rasgo cultural que impide avanzar al ecuatoriano promedio, más aún a las nuevas generaciones que han sido criadas por padres que instruyen con un modelo mental de un pseudo mérito, y que ahora es el centro del debate dentro del estilo económico aplicado por el gobierno, ya sea ortodoxo o heterodoxo que al final de cuentas lo que sigue ocasionando es la división del pueblo con una abismal desigualdad económica.

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