Pandemia Y Psicoanálisis / Dr. Guillermo Bastidas Tello

Columnistas, Opinión

Freud escribió a su yerno Max Halberstadt: “La muerte es un acto absurdo, brutal del destino (…) del cual no es posible culpar a nadie (…) sino solo bajar la cabeza y recibir el golpe como los seres pobres, desamparados que somos, librados al juego de la fuerza mayor”.

Sigmund Freud no pudo, siquiera, despedir a su hija ya que no consiguió manera de llegar a tiempo: “Aunque estuvimos preocupados durante un par de días, manteníamos la esperanza, pero juzgar desde la distancia es muy difícil. Y esta distancia debía seguir siendo distancia, no pudimos partir inmediatamente, como habíamos previsto después de las primeras noticias alarmantes, porque no había ningún tren, ni siquiera para una situación de emergencia. La evidente brutalidad de nuestros tiempos pesa sobre nosotros. Mañana la cremarán”, escribió.

“Esta tarde nos dieron la noticia de que la neumonía por el virus de la influenza nos arrebató a nuestra dulce Sophie en Hamburgo. Nos la arrebató a pesar de que tenía una salud radiante y una vida plena y activa como buena madre y amante esposa, todo en cuestión de cuatro o cinco días, como si nunca hubiera existido”, escribió Sigmund Freud al pastor Oskar Pfister en una carta fechada el 27 de enero de 1920.

El padre del psicoanálisis perdió a su quinta hija, Sophie, en 1920, a causa de la llamada “gripe española”. El dolor lo llevó a rever sus ideas en relación a las pérdidas afectivas.

En la Pandemia del COVID 19 SARS 2, se han suscitado varios procesos sociales y han puesto al descubierto la verdadera psiquis del humanoide, el virus ha desnudado el subconsciente del Saphiens y lo ha puesto a meditar muy tempranamente sobre su vulnerabilidad y mortalidad, diríamos: NO SOMOS NADA, SOMOS MORTALES, ESTAMOS DE PASO POR LA TIERRA; obviamente, solo con imaginarnos o leer las letras Mayúsculas, nos quedamos aterrados, atrapados o enroscados en un miedo y pánico paralizador. Entonces sufrimos profundamente

El Virus y la vulnerabilidad del subconsciente arremete al Saphiens en la necesidad de entender, comprender y describir lo traumático, siente las ganas obsesivas de decodificar la información de muerte o mortalidad; no asimila que ahora, mañana, pasado mañana o en 100 años igual se va a morir.

El Virus hace un festín, tal cual, el toro de la oración en los toros de pueblo, arremete contra quien está a su alcance, arremete contra el que se le cruza y la sociedad, grita, chilla, pero no deja de ver el espectáculo; dentro de la distracción tenebrosa del Virus, hay quienes también gozan de la corrida de toros, se embriagan y algunos más atrevidos hacen negocio con el sufrimiento ajeno.

El virus habilidosamente contiene en sus cromosomas el gen de la demagogia y la manipulación sistemática, nos genera miedo y luego nos cambia la vida de forma vertiginosa, obligándonos a familiarizarnos con prácticas de higiene que se llevan a cabo con una mezcla de temor, barbarie e impericia.

El Virus nos convierte en aseados compulsivos con paranoia y en la población donde la ignorancia reina, aparece la negación del problema como mecanismo de defensa.

Finalmente, el Virus y la Sociedad científica nos mete el mensaje de transmisión de una enfermedad mortal, la indicación del aislamiento social, o distanciamiento de los cuerpos y el espíritu.

En cien años leerán los sobrevivientes de la Selección Natural y dirán, que irracionales, le temían a un VIRUS INSIGNIFICANTE, puesto que lo más letal de la humanidad es la SOCIEDAD CIEGA, SORDA Y MUDA. (O)

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