Padre Tuárez en el remolino del CPCCS / Luis Fernando Torres

Columnistas, Opinión


En un remolino de intereses y denuncias se están ahogando los sueños de viejo corte bolivariano del Padre Tuárez. Preside el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), pero no manda. Solo, muy solo, entona el himno chavista de la “espada de Bolívar”, sin coro que le acompañe.

El organismo que preside está condenado a desaparecer. Es ajeno a la tradición constitucional ecuatoriana. Fue creado en la Constituyente del 2008 bajo la inspiración del modelo de la Constitución bolivariana de Venezuela, con la finalidad de estatizar la participación ciudadana y legitimar el  control político de todas las instituciones llamadas a vigilar al poder gobernante, como la Contraloría, las superintendencias y, de pasada, también la justicia.

Lo curioso es que ni siquiera Chávez llegó tan lejos con su Consejo Moral Republicano, encargado de ejercer el Poder Ciudadano. En su Constitución de 1999 no le dieron competencias a ese Consejo para designar a las altas autoridades de los órganos de control y de justicia. Los constituyentes de Montecristi, en cambio, llegaron a donde no llegó el dictador venezolano, esto es, a sustraerle todas las competencias de designación al órgano legislativo en beneficio del CPCCS.

En la Consulta del 2018, el Presidente Moreno agravó el problema. El cambio constitucional que propuso fortaleció las competencias del CPCCC y les dio a sus integrantes origen democrático, con su elección directa en las urnas. Gran parte de lo que ocurre ahora con esa Institución es responsabilidad presidencial. El único acierto en la Consulta fue la creación del CPCCS Transitorio.

Ya elegidos en las urnas los vocales del CPCCS, poco antes de que se posesionaran, la Corte Constitucional interpretó la Constitución, con Sentencia No. 2-19-IC-19 (7/5/2019), y le colocó una camisa de fuerza al CPCCS Definitivo que preside el Padre Tuárez, prohibiéndole que revise las actuaciones y designaciones efectuadas por el CPCCS Transitorio liderado por Julio César Trujillo.

El argumento para tal prohibición fue el de que el CPCCS Transitorio cumplió  funciones excepcionales depuradoras de la corrupción en una etapa extraordinaria de la democracia. El ejercicio de esas competencias extraordinarias  terminó, para siempre,  el día en  el  que  inicio sus funciones  ordinarias el CPCCS Definitivo.

En el CPCCS están políticos con disfraz ciudadano. Tienen agenda política encubierta. Es un eufemismo decir que este organismo es ciudadano porque ninguno de los elegidos es político con trayectoria, cara y membrete políticos. El padre Tuárez es el vivo ejemplo del político. Es un error considerarlo como vocero puro de la ciudadanía.

Cuando asumió la presidencia del CPCCS había expectativa sobre lo que podía hacer para liberarle al organismo de la camisa de fuerza que le colocó la CC con la sentencia interpretativa. Se mostraba capaz y decidido. Al final, sin embargo, fue absorbido por las denuncias en su contra y la división en bandos dentro del organismo.

El juicio político es el salvavidas que le rescatará del remolino al Padre Tuárez. Los 70 votos necesarios para censurarlo le permitirán retornar pronto al convento, con el riesgo que el director espiritual del claustro no le quiera recibir, como él mismo dijo,  por haber “entregado el alma al diablo”, y sabiendo, en palabras de Shakespeare, que “el infierno está vació porque los demonios están entre nosotros”. (O)

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