NOS FALTARÁN HORNOS / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

La novela se escribe con tal furor, que los protagonistas se alternan para el registro de primer actor secundario, cada vez que se muestra la imagen de un extraditable poseedor de asilo, guarecido de las garras -mochas- de una justicia limitada y obsoleta que, pretende caminar con los ojos vendados cada vez que se prende una luz.

Lo curioso, es la alternabilidad de «amigos y conocidos» que, en el último año, han variado hasta de pertenencia política. Expulsados con piola, dada la necesidad, pululan en otros partidos y movimientos, identificados con los intereses y patéticos acuerdos «triple A» que no terminan de superar el estado de sospecha y negación, a pesar de las evidencias.

Varios integrantes de bancadas aparentemente incorruptibles, han sido separados de ellas. Las causas, simplemente apariciones públicas y cercanías con el supuesto primer actor principal y participaciones en el juego de tronos que mantiene a la sociedad nacional más pendiente que de la novela turca filmada en Brasil.

¡Y cómo no estarlo!  Si a fuerza de la costumbre, todopoderosos jueces “multicompetentes”, encontraron la forma y son capaces de resolver un entuerto de diez o veinte años de reclusión, con arresto domiciliario o uso discrecional de hospital público, más presentación del rostro de cuando en vez, si no le causa molestia al recurrente. 

Todo, a través de repetir las palabras mágicas: habeas corpus, o acción de protección cuya aplicación ipso facto, cambia hasta sentencias de última instancia.

Lo anterior lleva a suponer que, de ser extraditado el indiciado, bien podría -más temprano que tarde- ser beneficiario de una medida cautelar, de esas de última generación. Hecho ¿quién se atreve a sostener que no intentará retomar el trono? 

Esto de los juegos digitales está tan de moda que las aplicaciones se encuentran disponibles hasta en la tienda del barrio, con bajo costo y raspadita incluida. 

Lo difícil, es acceder al álbum de los cromos y evitar los repetidos. Son tantos, que, sin opción a delación anticipada, deberían incinerarse como parte de la droga decomisada en el último período, pero en horno de leña con algo de sahumerio o palo santo.

Es que la sensación y el olor a podrido no escapa de la nariz. 

Policías para custodiar a un delincuente reasignado a su domicilio. Un juez suspendido por 90 días, pero luego de poner en libertad a un sentenciado. Pirámides de captación ilegal de dinero con policías y militares en el juego. Sicarios de amplia gama, atemorizando barrios y ciudadelas. Todos, pasándose por las barbas los pronunciamientos del más alto tribunal de justicia y el anhelo ciudadano de paz y seguridad. 

Institucionalidad violentada. Pertenencia maltratada. Derechos pisoteados.

De la Asamblea es mejor no hablar. Enclaustrada e inmersa en una confusión de autoridad y autoritarismo, utilizando y  abusando de la discrecionalidad del poder para imponer, denominando a todo eso, diálogo y democracia. Es un cuento de nunca acabar. 

Las descalificaciones a conveniencia, son evidencia de ausencia de formación y pertenencia política. Pero el desconocimiento de la ley y el mal uso de acciones de protección, jamás serán ejemplo de comportamiento ciudadano respetuoso y menos, cuando el máximo organismo constitucional se lava las manos. 

A este paso, nos faltarán hornos. 

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