No son pendejos / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión


De Santo Tomás Moro (canonizado en 1935) dicen que es el patrono de los gobernantes y políticos porque allá por 1534 en Inglaterra ofrendó su vida (murió decapitado) antes que ceder a los caprichos del rey Enrique VIII, quien obligó a todos a reconocer el nacimiento de la iglesia anglicana de la cual era su cabeza, también su divorcio con Catalina de Aragón y a la vez a que la iglesia católica reconociera su nuevo matrimonio con Ana Bolena. La iglesia no lo aceptó y Moro, laico y católico ferviente, respaldó tal posición. Lo destacable y ejemplar del relato histórico está en dos aspectos; 1) que Moro se opuso a pesar que fungía como funcionario de alto nivel del reino de Enrique VIII, es decir, bien pudo, por conservar el cargo y vivir tranquilo, apoyar el capricho del rey; y, 2) Lo hizo por un exclusivo sentido de honestidad, coherencia y vida cristiana a pesar de que tenía todo por perder (incluso su vida misma) y nada por ganar, sin embargo, se mantuvo leal a sus principios.

La lección que deja Tomás Moro es invalorable, más ahora, que estamos tan atiborrados de corrupción y la política carece de hombres de lealtad y firmeza inquebrantables; por el contrario, hoy se ha tornado tan normal en nuestro medio reconocer a innumerables personajes públicos doblegados enteramente a las bajas pasiones, al dinero fácil y a la corrupción que ya casi ni nos admiramos ni sorprendemos cuando los desenmascaran.

En el accionar político del Ecuador, las honrosísimas excepciones están plenamente identificadas -porque desde luego que las hay-, pero una gran mayoría de políticos y funcionarios de todos los niveles y jerarquías ciertamente están tan contaminados por el bicho de la lujuria y el cinismo que al menor chance de conseguir ‘tajada’, ceden, olvidando principios de honestidad, firmeza y lealtad, si es que alguna vez los tuvieron. Prefieren suponer que somos tontos al mentirnos descaradamente y escupir su supuesta honestidad a los cuatro vientos.

Claro, lo hacen porque a diferencia de Moro, saben que ahora es muy difícil que terminen encerrados por años en lo más alto de una torre para salir únicamente a enseñar su cuello en la plaza y morir decapitados. No, eso era antes, ahora son otros tiempos, hoy pueden huir, hoy pueden comprar conciencias, hoy pueden amenazar de muerte a jueces, hoy pueden ladrar su inocencia a diez mil kilómetros de distancia, hoy no son pendejos, los pendejos son otros que siguen creyendo ingenuamente que “El hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral” como dijo Santo Tomás Moro. (O)

mariofernandobarona@gmail.com

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