Mas vigente que nunca

Columnistas, Opinión

Nació hace 123 años y ya son 94 años de que Enrique Santos Discépolo escribiera una especie de “himno” a la decepción social, un tango que resalta esa mezcla de inmundicia y estulticia humanas cada vez más espantosamente vigentes. Basta citar versos como «Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé…Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón, si es lo mismo el que labora noche y día como un buey, que el que vive de las minas, que el que mata, que el que cura o está fuera de la ley«.

Esto también me recuerda con claridad algo que muchos leímos en el 2019, un editorial escrito por un periodista ecuatoriano y que en su parte medular dice: “Soy el médico que ordena exámenes quizás innecesarios porque soy socio o el laboratorio me paga por cada paciente.  Soy el abogado que se inventa gastos que no hace y coimas que no reparte.  Y de los que estafan al fisco, yo soy el contador. Soy los 493.000 burócratas que alargan o entorpecen un trámite por el cual el Estado les paga a tiempo, y bien. Soy los 15,000 conductores multados cada mes por estacionar en doble fila, y los miles más que no lo fueron por manejar viendo el celular.

Soy el tendero que usa balanzas amañadas. Soy el proveedor que infla los costos y el gerente de suministros que se lleva el sobreprecio. Soy los cientos de jueces o fiscales que tarifan sus providencias y sus dictámenes. Soy los tribunales que cobran por liberar o encarcelar, sin que cuente la inocencia o la culpabilidad.

Soy quien contrata a extranjeros para «ayudarlos» y les paga menos del sueldo vital.  Soy el empresario que retiene los aportes al IESS de sus trabajadores. Soy los trabajadores que pasan muchas horas chateando vía WhatsApp. Soy la Comisión que amaña concursos que llama de méritos, pero son de compadrazgos. Soy el profesor que no va a clases o va poco, pero cobra todo el sueldo sin titubear.  Soy el alumno que plagia sus tesis o sus tareas. Y soy todas las universidades que lo saben, pero no hacen nada para cambiar.

Soy las 150 mil amas de casa que no afilian a sus empleadas y soy las empleadas que roban comida a sus jefas.  Soy el bacán que escucha música como si viviera en un descampado, bota basura donde se le canta e insulta a quien le reclama. Soy el padre que inculca a su hijo que lo importante es llegar a tener como sea. 

Soy, en fin, el ciudadano bueno, devoto y honesto, patriota y trabajador, que maldice haber nacido en Ecuador y que ya quiere irse de este país. ¿Por qué alguien nos desgració la vida llenándola de políticos corruptos?  Son ellos los culpables, los que joden a la nación. ¡¿Quién diablos los habrá elegido?! Siempre me lo pregunto. Porque la corrupción son ellos: la corrupción no soy yo.”

Ahora la desesperanza y la decepción es preocupante porque desde hace unos años se instrumentalizó como diseño, aplicación y difusión de política pública al odio, a la corrupción, al egoísmo grupal y a la envidia sobre el que produce, da trabajo y tiene recursos fusionando al unísono la promoción de sus falacias. Estos burdos nuevos enriquecidos politiqueros timadores, agitadores y manipuladores que prostituyeron a todo los poderes del estado y a la gente. (O)

MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL

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