LOS POETAS HAN MUERTO/ Mauricio Calle Naranjo

Columnistas, Opinión



El progreso de la economía, las redes sociales (RRSS) y la competencia entre profesionales por un trabajo, ha ocasionado que la población se enfoque a conquistar el ansiado éxito y a acumular capital, sea como sea, y a cualquier costo. Incluso la sociedad ha llegado a idolatrar novelas de narcotraficantes y aspiran a una vida similar, abandonando sus principios, la ética y la espiritualidad. Gente de todas las edades, ha caído en los engaños de las RRSS, donde tratan de exhibir sus logros y felicidad, cayendo en un narcisismo y de forma ególatra alardean minuto a minuto una falsa alegría, mientras en su interior, existe un vacío gigante, sediento de vanagloria y codicia.

Se perdió la antigua forma de cortejar, el romanticismo, las serenatas, las cartas de amor, los poemas. Ahora vale más el fajo de dinero y ostentar un estilo de vida donde solo las tarjetas de crédito soportan como alcahuete del humano hedonista que piensa que el placer le durará mil años. Las familias se han autodestruido; los hijos se han olvidado de sus padres, y otros padres, se han olvidado que tienen hijos. El amor, pilar fundamental de un hogar ha sido reemplazado por la búsqueda constante de validación externa a través de los “likes”, o el deseo de tener éxito para menospreciar al que tiene poco patrimonio o es humilde de corazón.

En otros continentes, se puede corroborar que las personas no quieren relacionarse, prefieren una mascota versus a tener pareja, e incluso evaden el matrimonio y la responsabilidad de procrear hijos porque persiguen el sueño de ir en búsqueda de la olla con monedas de oro al final del arcoíris. Pero cuando por fin la encuentran, se percatan que sus vidas se les fue como arena entre los dedos y ahora la vejez solo les recompensa con soledad y enfermedad.

Los poetas han muerto, porque nadie quiere enamorarse. Porque pierde el que primero se enamora. Los poetas han muerto, porque la sociedad los ha olvidado, acribillándolos con la vanidad, la codicia, el narcisismo y el interés por la acumulación. Los poetas han muerto, y el humano continúa viviendo con un corazón inerte y su espíritu hambriento por monedas y fama. “El ambicioso quiere ascender, hasta donde sus propias alas puedan levantarlo; el vanidoso cree encontrarse ya en las supremas cumbres codiciadas por los demás (José Ingenieros)”.

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